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Contra las súper bacterias

Los científicos galardonados con el Premio Princesa de Asturias 2023 han logrado avances en la comprensión de la comunicación bacteriana para desarrollar terapias contra las infecciones resistentes a antibióticos.

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RICARDO OROZCO ROSALES

Con un nombre tan rimbombante, el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica merece aparecer en los titulares de todo el mundo; y lo hace, pero puede no atraer la atención del público en general como las galas de otro tipo (digamos, los premios al mejor video musical). Si esta presea debe llamar la atención es, simplemente, porque a pesar de todas las malas noticias que el mundo pueda dar, hay algunas capaces de levantar el ánimo.

En junio, los biólogos estadounidenses Jeffrey Gordon y Peter Greenberg, junto con la bioquímica Bonnie Bassler, de la misma nacionalidad, fueron galardonados con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2023. Durante la gala celebrada en Oviedo, España, el presidente del jurado, Pedro Miguel Echenique Landiríbar, explicó que se otorgó el premio a los tres investigadores por sus destacadas contribuciones al reconocer el papel fundamental de las comunidades microbianas en la vida en la Tierra, incluyendo la vida humana.

Jeffrey Gordon es pionero en el descubrimiento y comprensión del microbioma humano, el cual abarca una vasta cantidad y diversidad de microorganismos que residen en nuestro cuerpo y desempeñan un papel esencial en la salud, incluyendo el funcionamiento del metabolismo, la respuesta inmune y la nutrición. Por su parte, Peter Greenberg y Bonnie Bassler revelaron mecanismos de comunicación previamente desconocidos entre bacterias, mediante la emisión de señales químicas que regulan su comportamiento colectivo. Estos descubrimientos han abierto nuevas posibilidades terapéuticas y contribuyen a la búsqueda de tratamientos efectivos contra las bacterias resistentes a los antibióticos, es decir, a las conocidas como “súper bacterias”.

Los galardonados parecen ser los protagonistas de una batalla épica: ellos contra las “súper bacterias”. La magnitud de esa lucha significa que sus descubrimientos pueden dar grandes beneficios a toda la humanidad.

IMPACTO SIGNIFICATIVO

En la serie dramática The Knick, de HBO Max, protagonizada por Clive Owen y dirigida por Steven Soderbergh, el escenario principal es el Knickerbocker Hospital, situado en el año 1900. Es natural que, al saber que la historia transcurre en el siglo antepasado, sobrevenga la preocupación por la falta de higiene en el lugar, donde los médicos podrían poner en riesgo la vida de los pacientes debido a infecciones en las salas de cirugía. En la vida real, en un par de décadas, las cosas cambiarían para el bien de la humanidad.

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Peter Greenberg. Crédito: EFE/Diego Gómez

El artículo Las consecuencias sociales de los antibióticos, escrito por el bioquímico Selman A. Waksman en 1963, proporciona un fascinante análisis de los cambios que se produjeron gracias a los antibióticos. Según el ganador del Nobel, tuvieron un impacto significativo en la historia de la medicina. Cuando se publicó la investigación, estos medicamentos habían sido utilizados en todo el mundo, por más de veinte años, para tratar enfermedades infecciosas.

Antes de la invención de los antibióticos, las infecciones causaban un alto número de muertes. Waksman señala que “hace cien años, las principales causas de muerte, especialmente entre los niños, eran la disentería, la viruela, la tifo, el cólera y la tuberculosis”. Por ejemplo, esta última causaba la muerte de 500 de cada 100 mil habitantes. Sin embargo, gracias a los antibióticos, “estas cifras de mortalidad se redujeron a menos de seis en los Estados Unidos y en algunos países de Europa”. También destaca cómo los antibióticos permitieron controlar y eliminar males que solían ser mortales, como la neumonía, la sífilis, el tifoide, la tularemia, la peste y el cólera.

Y para ilustrar los avances en el control de enfermedades, expone un ejemplo: la clausura del sanatorio Trudeau en 1954, el más antiguo de su tipo en América, y el cierre de muchos otros para transformarlos en hospitales generales. Esto reflejaba el progreso en la contención de la tuberculosis y cómo ésta se estaba convirtiendo en una “enfermedad exótica”.

La historia del cierre del hospital Trudeau puede parecer insignificante en comparación con una serie como The Knick, pero es un poderoso ejemplo de cómo los avances científicos, como el descubrimiento de los antibióticos, han transformado radicalmente la calidad de vida.

EMPLEO INTELIGENTE

Abogar por el uso inteligente de los antibióticos debería ser una regla inquebrantable en todos los hogares. Con frecuencia, cuando alguien enferma, busca una solución rápida y espera que un antibiótico lo cure al instante. Sin embargo, en ocasiones se deja de lado la capacidad asombrosa del sistema inmunológico, que despliega una guerra interna contra los virus que nos invaden. Si pudiéramos presenciar su funcionamiento, comprenderíamos que en muchas ocasiones podemos permitir que éste actúe antes de recurrir a una visita médica y a la utilización de antibióticos innecesarios porque, para empezar, estos de nada sirven contra enfermedades virales como la gripe.

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Todo esto adquiere una importancia crucial, ya que el abuso de estos fármacos ha llevado a la aparición de las súper bacterias. Los antibióticos combaten las infecciones al interferir con su crecimiento y reproducción. Sin embargo, su uso inapropiado ha llevado a la resistencia bacteriana. Es decir, las bacterias mutan y adquieren genes que les permiten sobrevivir a los medicamentos. Esto representa un desafío para el tratamiento de enfermedades infecciosas y plantea un peligro de infecciones mortales.

Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, advirtió sobre este riesgo cuando recibió su premio Nobel: “Existe el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente aplicarse una dosis insuficiente de antibiótico y, al exponer a los microbios a una cantidad no letal del medicamento, los haga resistentes”.

Hoy en día, el abuso de los antibióticos representa el mayor desafío para la salud pública mundial. Como destacó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud: “La resistencia a los antimicrobianos es una emergencia para la salud mundial que comprometerá gravemente el avance de la medicina moderna. (...) De lo contrario, podríamos regresar a una época en la que las personas temían contraer infecciones comunes y ponían en riesgo sus vidas incluso en intervenciones quirúrgicas sencillas”.

Estas palabras reverberan en México y en todo el mundo, ya que nos encontramos frente a un desafío urgente: la regulación de los antibióticos.

Los científicos galardonados con el Premio Princesa de Asturias, Jeffrey Gordon, Bonnie Bassler y Peter Greenberg, han destacado la importancia de preservar la salud intestinal, comprender la comunicación bacteriana y desarrollar terapias para combatir la resistencia microbiana. Su trabajo nos invita a reflexionar sobre la necesidad de un uso responsable de los antibióticos y a seguir investigando para garantizar que estas herramientas terapéuticas sigan siendo efectivas para todos.

La regulación de los antibióticos requiere una acción conjunta y un enfoque basado en la investigación científica. ¿Será capaz la humanidad de enfrentar este reto? La historia sugiere que sí.

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