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Urdiñola: hierro en la estepa

Desafiando los peligros de su tiempo y el natural temor a lo desconocido, dejó la placidez de los campos verdes y las nieves para lanzarse a [...] “ir a hacer la América”.

Urdiñola: hierro en la estepa

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ENRIQUE SADA SANDOVAL

La historia de la forja y civilización del norte de México y de lo que a la postre sería el sur de los Estados Unidos, bien puede definirse como la historia de los grandes esfuerzos. Y la épica de los grandes esfuerzos corresponde por igual al arrojo individual de algunos hombres a quienes tocó la tarea de encabezar a muchos. Entre los muchos, hubo un hombre que, por su carácter y arrojo, logró encumbrarse pasando de ser un pequeño terrateniente y un simple soldado hasta llegar a detentar para sí una de las extensiones de territorio más grandes en la historia de América, por su propia mano: Francisco de Urdiñola y Larrunbide.

Hijo de Joannes de Urdiñola e Isabel de Larrunbide, nacido en el año 1552 en las cercanías del valle de Oyarzun, en el poblado próximo a Santiago de Guipúzcoa del País Vasco, Urdiñola perteneció a aquella generación de hombres que desafiando los peligros de su tiempo y el natural temor a lo desconocido, dejó la placidez de los campos verdes y las nieves para lanzarse a lo que en sus propios términos, ellos y muchas generaciones de compatriotas suyos, llamarían simplemente “ir a hacer la América”.

Durante muchos años en México se sostuvo erróneamente que el significado del apellido Urdiñola no era otro sino el de “herrería azul”. Sin embargo, cabe precisar que la grafía original peninsular no era otra que Urdinola sin la “ñ”, y su significado real es el de herrería a secas. Así pues, emulando la hégira propia de los peninsulares al Nuevo Mundo tanto como el ánimo emprendedor que desde entonces caracterizara a todos los oriundos de su región, Urdiñola llegó a la Nueva España en la década de 1570, contando con escasos 20 años de edad y en el momento justo en que se daba por inaugurada una época de promesas para el naciente Imperio Español y para sus súbditos de ultramar: tras la ocupación de la ciudad México-Tenochtitlan por parte de Hernán Cortés y miles de indígenas de distintas tribus, los años de sangre y opresión de los mexicas habían llegado a su fin. Con el mestizaje, producto de la mutua convivencia entre los peninsulares y los naturales, nació un Nuevo Mundo y, tras la instauración formal del Virreinato, se abrió la pauta para establecer nuevos fundos en tierras agrestes, así como para ensanchar por igual tanto la imaginación como la civilización más allá de las llanuras semiáridas que se extendían hacia el norte.

Alentado seguramente por el ejemplo aventurero de Francisco Vázquez de Coronado y su épica exploradora en Nuevo México, el joven vasco tomó la iniciativa de partir de las tranquilas y ricas tierras del centro del Virreinato, internándose en el norte semiárido a la búsqueda de mejores horizontes.

Aunque su desembarco en el Nuevo Mundo se ubica ya en la segunda mitad del siglo XVI, no será sino hasta el año 1578 cuando la historia registrará las andanzas del futuro hombre fuerte en las cercanías del mineral de Avino, ubicado en una de las estribaciones montañosas al sur de la provincia de la Nueva Vizcaya. En este mismo año, Urdiñola adquiere una pequeña propiedad por medio de compra a Don Juan de Gamón, terrateniente español avecindado en la región y muy relacionado con el gobernador Francisco de Ibarra. Dadas las grandes posesiones de este último es que tomarán posteriormente su nombre y apellido varios sitios y poblados, tales como el antiguo San Juan del Río y la Sierra de Gamón en el estado de Durango, tan solo por citar algunos casos. No extrañará entonces que al poco tiempo y siguiendo el ejemplo de su predecesor en estas tierras, ya investido con grado militar, Urdiñola volverá a su pequeña propiedad nada menos que para fundar el pueblo correspondiente al próspero y legendario mineral de Peñón Blanco en 1585.

Según su parecer y aún no conforme con lo logrado, Francisco de Urdiñola emprende nuevamente marcha al sur, rumbo a tierras zacatecanas, para avecindarse en el mineral de Mazapil, poniéndose bajo las órdenes de Don Alonso López de Lois. A su sombra benéfica, Urdiñola llegará a obtener también el grado de capitán debido al valor y mérito demostrado en distintas batallas contra los indios bárbaros que desde entonces ya asolaban los fundos y villas recién fundadas, saqueando y masacrando a peninsulares e indios por igual. 

Escrito en: Enrique Sada Francisco de Urdiñola Nueva España Virreinato Peñón Blanco Urdiñola, historia, Francisco, Nuevo

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