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Victoria Amelina, literatura contra la opresión rusa

Los últimos 16 meses de su existencia, antes de morir a causa de un misil ruso en julio, los dedicó a documentar los crímenes de guerra de la ocupación.

Crédito: EFE

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ANA SOFÍA MENDOZA DÍAZ

“Parece que debiera estar tomando fotos de libros, arte y mi hijo pequeño. Pero documento los crímenes de guerra de Rusia y escucho el sonido de los bombardeos, no de los poemas. ¿Por qué?”, compartió la escritora ucraniana Victoria Amelina en un tuit del 7 de junio, 20 días antes de que resultara herida de gravedad tras la explosión de un misil ruso en un sitio lleno de civiles, en la ciudad ucraniana de Kramatorsk. Falleció cinco días después, compartiendo destino con las otras 12 víctimas mortales del atentado.

Su mayor legado es, quizá, el incansable activismo y la profunda consciencia social que permearon todos sus proyectos, desde sus textos hasta sus campañas por la liberación de presos políticos, o la creación del festival literario de Niu York, en Donetsk. Las letras que dejó comprenden dos novelas, un libro infantil, poesía y varios ensayos, así como un libro de no ficción inacabado acerca de la guerra de Ucrania.

Inició su trayectoria literaria en 2014, siendo galardonada con el Premio Literario Joseph Conrad (2021); además de finalista por el Premio de Literatura de la Unión Europea (2019) y el Premio Ciudad de la Literatura UNESCO de Lviv (2018). Seguramente habría seguido recibiendo reconocimientos si no hubiera sido víctima de aquellos que invadieron su tierra, esa que tan fervientemente defendió desde el inicio de la ocupación rusa.

SOLIDARIDAD LATINOAMERICANA

En el momento del bombardeo que acabó con su vida, la autora se encontraba en la pizzería RIA, su restaurante favorito. La acompañaban la periodista Catalina Gómez y el escritor Héctor Abad, así como el excomisionado para la paz en Colombia, Sergio Jaramillo.

Este último lidera la iniciativa ciudadana Aguanta Ucrania, que se propone crear conciencia en América Latina acerca de la invasión rusa en este país, denunciando los ataques a civiles y demás atrocidades cometidas por el gobierno de Vladimir Putin.

Victoria Amelina había dedicado los últimos 16 meses de su vida a registrar, precisamente, los crímenes de guerra rusos. Se ofreció a guiar a los colombianos en Dunbas para que fueran testigos de lo que ocurría en la zona y pudieran mostrar la realidad ucraniana al mundo hispanohablante.

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El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince y la bibliotecaria ucraniana Yulia en Kapytolivka, donde el poeta Volodymyr Vakulenko fue sustraído por los ocupantes. Crédito: Twitter/ Victoria Amelina

El día anterior al atentado, visitaron el lugar en el que el escritor de libros infantiles Volodymyr Vakulenko enterró su diario justo antes de que los soldados ocupantes lo abducieran por segunda ocasión, esta vez para asesinarlo. Amelina describió el encuentro entre Héctor Abad y la bibliotecaria de Kapytolivka, la villa donde Vakulenko perdió su libertad, como “un abrazo de solidaridad de América Latina a Ucrania”.

Victoria fue quien desenterró los textos al pie del cerezo que crece en casa de los padres de Vakulenko. En el Festival Arsenal del Libro de Kyiv 2023, celebrado a finales de junio, ella misma presentó el libro póstumo de su amigo, donde se incluyen las entradas de su diario escritas durante la ocupación rusa. La activista perdió la vida el primero de julio, fecha en que el poeta cumpliría 50 años.

En esa feria del libro, Aguanta Ucrania presentó su proyecto. Los tres colombianos presentes estaban aprovechando su estadía en la región para investigar la situación y las necesidades del pueblo ucraniano. Todos los miembros del colectivo han alzado la voz contra el lanzamiento del misil que mató a quien fuera un enlace clave entre Latinoamérica y el país europeo.

COMPROMISO CON LA IDENTIDAD UCRANIANA

La obra literaria de Victoria Amelina nunca ignora el impacto del pasado en el presente, acaso porque el contexto histórico es vital para construir la identidad de una sociedad que constantemente ha tenido que luchar por su libertad.

En su novela debut, El síndrome de otoño (2014), aborda la responsabilidad individual dentro de las luchas sociales. El protagonista de la historia tiene una capacidad sobrenatural para empatizar con las personas, al grado de entrar en sus mentes y percibir sus miedos y preocupaciones. Al no tener control sobre esa habilidad, termina, por ejemplo, sufriendo con los manifestantes de la Primavera Árabe. Agotado de sentir en mente ajena, finalmente se une a las protestas del Euromaidán para vivir en carne propia el sentido de enfrentarse a la injusticia.

El Euromaidán fue una movilización civil, ocurrida en 2013, contra la decisión del presidente Viktor Yanukovych de no firmar el Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea. Optó en su lugar por estrechar lazos con Rusia, que históricamente ha intentado anexar el territorio ucraniano al suyo, eliminando la riqueza cultural de la población que habita esa región. Decenas de manifestantes fueron asesinados por las autoridades en las protestas de la Plaza de la Independencia, en la capital.

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Victoria Amelina fotografiando una zona bombardeada de Ucrania. Lleva un bolso con el rostro de destacados poetas ucranianos. Crédito: Twitter/ Victoria Amelina

Su segunda y última novela, Un hogar para Dom (2017), relata las vicisitudes de una familia ruso-ucraniana desde la perspectiva de Dominik, el caniche que los acompaña. Este es el único libro de la autora que ha sido traducido al español; su publicación estuvo a cargo de la editorial Avizor.

A través de su mirada inocente, el perro narra las dificultades que tienen las tres generaciones que convergen en esta historia para adaptarse a la vida después de la caída de la Unión Soviética.

“Los patos tienen iriy. Todavía no sé qué significa esta palabra, pero me parece que es lo mismo que un hogar, el lugar donde siempre está tu olor intrínseco, invariable y real, esperándote como si nunca te hubieras ido. Tu propio olor nunca se va de tu hogar.”, reflexiona el can luego de acompañar a su amo de cacería.

Este término sin traducción nace de la mitología eslava, y se refiere al lugar a donde van las almas tras la muerte, el mismo sitio a donde vuelan las aves en invierno, una especie de paraíso.

Al igual que Dom encontró su hogar en los humanos que lo acogieron, Victoria Amelina encontró su iriy en Ucrania. A los 14 años emigró con su familia a Canadá, pero poco después decidió volver a su tierra natal, donde estudió ciencias computacionales en el Instituto Politécnico de Lviv. A pesar de que su carrera en tecnologías de la información iba por buen camino, su compromiso con los derechos humanos la llevó a dedicarse al activismo y la escritura a tiempo completo. El ambiente de negocios, donde las decisiones se regían solo por el dinero, le parecía, en sus propias palabras, “un error”.

Su última obra, War & justice diary: looking at women looking at war (Diario de guerra y justicia: mirando a mujeres que miran a la guerra), quedó inacabada. Recoge testimonios de la ocupación rusa, y la estaba escribiendo en inglés para acelerar su proceso de publicación y difusión fuera de la zona de conflicto. Lo que más le interesaba era que la denuncia contra los invasores llegara a la mayor cantidad de personas en la menor cantidad de tiempo posible, con la esperanza de fortalecer el apoyo internacional para Ucrania y destruir la narrativa de que se trata de una guerra legítima.

Es posible que ese texto de no-ficción sea publicado en su versión incompleta, aunque todavía no hay planes concretos al respecto. De cualquier manera, el resto de sus escritos son prueba de su incansable espíritu, que se negó, hasta el último momento, a que sometieran a su pueblo.

Escrito en: Victoria Ana Sofía Mendoza Amelina, Victoria, guerra, lugar

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