México se está convirtiendo silenciosamente en el campo de batalla de una enorme disputa entre China y Estados Unidos. Estamos en medio de su guerra comercial y este enfrentamiento podría definir cuántos empleos y qué tan bien pagados habrá en nuestro país.
La industria automotriz está viviendo una transformación radical a nivel global. Los autos eléctricos, así como los híbridos y las nuevas tecnologías están marcando un antes y un después en el mercado.
Por un lado, China produce el doble de baterías para automóviles eléctricos que el resto de los países juntos, y con todo ese poder está buscando expandir su influencia. Por otro lado, Estados Unidos ha implementado medidas como aranceles a los vehículos eléctricos importados de China, buscando proteger su mercado interno y evitar la competencia que perciben como desleal por parte de los chinos.
En medio de esta disputa, México tiene la oportunidad de ser más que un simple espectador. Nuestro país, gracias al tratado comercial con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), ocupa una posición estratégica que puede aprovechar para atraer inversiones, generar empleos y consolidarse como un actor clave en la producción de autos eléctricos e híbridos.
Desde el inicio de la guerra comercial entre EE.UU. y China, las marcas chinas de automóviles están mirando hacia México como una posible solución. Aunque aún no se han instalado fábricas automotrices chinas de gran escala en nuestro país, están explorando activamente oportunidades para aprovechar las ventajas del T-MEC. Con México como su punto de partida, podrían sortear las barreras comerciales impuestas por Estados Unidos y Canadá, accediendo al mercado más grande del mundo sin pagar altos aranceles, esto cobra mayor relevancia en un contexto en el que Canadá y Estados Unidos han impuesto un arancel del 100% a los vehículos eléctricos provenientes de China.
Por otra parte, la industria automotriz estadounidense es competitiva gracias a la participación de México en partes del proceso de producción de sus vehículos, somos un aliado crucial para Estados Unidos. México no solo provee más de una tercera parte de todas las autopartes importadas por EE.UU. para su industria automotriz, sino que además somos sus proveedores de piezas cruciales como inversores, motores eléctricos y sistemas de gestión de baterías.
Esta alta aportación mexicana juega un papel clave, de manera tal que sin nuestra participación EE.UU. perdería terreno frente a competidores globales como China y Europa. De esta forma, en medio de esta guerra automotriz tenemos la oportunidad de potencializar los beneficios de nuestras alianzas y capacidades.
Por otro lado, la transición hacia los vehículos de bajas emisiones contaminantes parece inminente. Varias compañías automotrices han anunciado sus planes para expandir sus plantas en México para producir vehículos eléctricos. Esto representa inversiones que generarán empleos, y que también colocarán a México en la primera fila de la innovación tecnológica. Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad, es fundamental que México desarrolle la infraestructura básica que necesita esta industria.
Necesitamos proveer a la industria de energía suficiente, a precios competitivos y limpia, cosa que hoy no podemos asegurar, además necesitamos mejorar la seguridad y asegurar un sistema judicial que dé confianza a las empresas automotrices para que abran nuevas fábricas en nuestro país, ofreciendo miles de puestos de trabajo con salarios que triplicarían el promedio actual.
México tiene una oportunidad única en la historia. Sin embargo, no debemos esperar a que las oportunidades lleguen por sí solas. Es esencial invertir en el desarrollo, mejorar nuestras capacidades tecnológicas y fortalecer nuestras relaciones comerciales, especialmente con Estados Unidos.
El futuro de la industria automotriz está en nuestras manos, y si jugamos bien nuestras cartas, México no solo será el campo de batalla de una guerra comercial, sino también el gran ganador de esa disputa. La pregunta es: ¿Estamos listos para asumir el reto?