La industria petrolera ha sido una de las que mayores afectaciones ha tenido por las sanciones aplicadas por Estados Unidos a Venezuela. Imagen: EFE/ Miguel Gutiérrez
De acuerdo con el documento Datos Económicos del Bloqueo a Venezuela de 2021, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial a la fecha existen aproximadamente 30 naciones que están afectadas de uno u otro modo por medidas coercitivas unilaterales establecidas por Estados Unidos de América (EUA) y sus aliados, siendo Cuba y Venezuela casos emblemáticos por su carga ideológica.
Aunque se pudiera pensar que los dos países enfrentan circunstancias similares, no se puede perder de vista la distancia de más de 50 años entre las sanciones a ambos.
ORDEN MUNDIAL
El actual orden mundial está basado en los tratados de Westfalia de 1648, que establecieron los fundamentos de los Estado-nación; los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que determinaron la estructura del sistema económico internacional moderno, y la supremacía económica y militar de Estados Unidos. Sin embargo, para llegar a este momento el mundo tuvo que enfrentar nueve lustros de Guerra Fría, caracterizada por la lucha entre dos superpotencias por la supremacía global: por un lado, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con el comunismo, y por el otro, EUA, con el capitalismo. Si bien en ese período el enfrentamiento militar directo se contuvo, se presentaron múltiples conflagraciones de todo tipo: revoluciones, magnicidios, contrainsurgencias, etcétera. Una de las más recordadas es la crisis de los misiles de Cuba.
Frente al triunfo de la revolución socialista de Fidel Castro en 1959, así como de su decisión de alinearse con los soviéticos en 1962, el presidente estadounidense John F. Kennedy estableció un bloqueo económico a Cuba. Esta respuesta de Washington se agravó después de 1996 con la Ley Helms-Burton, impulsada durante el gobierno de Bill Clinton para reforzar el embargo hacia el país caribeño. Sin embargo, Barack Obama lanzó en 2014 un proceso de reconciliación con la isla, donde se restablecieron relaciones diplomáticas hasta la llegada de Donald Trump a la presidencia.
Luego de más de 60 años de embargo —y a pesar de que la Unión Soviética, el bloque comunista y el Pacto de Varsovia desaparecieron en 1991— las sanciones a Cuba permanecen. Su impacto ha sido colosal: se estiman pérdidas económicas por más de 150 mil millones de dólares, de acuerdo al documento Cuba en datos: ¿Cómo se cuenta el bloqueo? una de las consecuencias de esto es una cifra superior a los dos millones de migrantes cubanos —19 por ciento de la población—, quienes han salido de su país en busca de mejores oportunidades.
NUEVO ORDEN
Tras la caída del comunismo, la configuración del orden capitalista se determinó por la triada EUA, Japón y Alemania, quienes se convirtieron en las principales economías y ejercieron su liderazgo en los distintos continentes, donde el neoliberalismo pasó a ser el dogma aún vigente y donde los organismos supranacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), determinaron el rumbo global.
Sin embargo, en los últimos años el planeta ha visto crecer nuevas superpotencias económicas como China, India y Rusia, países emergentes que se abren paso en un mundo multipolar. De hecho, se espera que en los próximos años el bloque BRICS —conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— se convierta en potencia económica, dejando atrás al G-7 —Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, EUA, Canadá y Japón—. En medio de esta reconfiguración se encuentra el petróleo de Venezuela.
Con la caída de la URSS, el conflicto entre capitalismo y comunismo terminó, pero el choque entre Oriente y Occidente sigue vigente de manera distinta. China y Rusia ya no son economías cerradas y buscan que su área de influencia se expanda; por su parte, EUA y aliados buscan mantener el status quo, y países como Venezuela están en medio de este “reajuste de fuerzas”.
MISMO DESORDEN
Al llegar el general Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, el distanciamiento con el “Tío Sam” fue evidente, pero la ruptura pareció definitiva con el mandato de Nicolás Maduro. Desde el año 2014, EUA y sus aliados han establecido un conjunto de sanciones contra la industria petrolera, la minería, el comercio exterior y las finanzas públicas de Venezuela que han afectado la economía y el nivel de vida de la población en este país latinoamericano.
El 18 de diciembre de 2014, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley Pública de Defensa de los Derechos Humanos y la Sociedad Civil en Venezuela, que fue el marco del gobierno norteamericano para intervenir en la nación sudamericana con el objetivo de “defender la democracia”. A partir de ese momento, y de acuerdo a Carlos Faría Tortosa, exministro de Asuntos Exteriores de Venezuela de 2022 a 2023, las sanciones impuestas alcanzaron el número de 913, impidiendo al país vender y/o comprar lo que produce y necesita para mantener a su población.
Esas medidas significan más de 150 mil millones de dólares en pérdidas para Venezuela, y además se le impidió el acceso a sus poco más de 31 toneladas de reservas de oro guardadas en el Banco de Inglaterra, con un valor mayor a mil 300 millones de dólares. Ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Faría Tortosa acusó a los norteamericanos y europeos de “robarlas”.
Según cifras oficiales, solamente entre 2014 y 2020, el país sudamericano ha perdido el 75.5 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). En ese mismo periodo, la producción de Petróleos de Venezuela (PDVSA) se desplomó en un 87 por ciento, lo que se traduce en la pérdida de 99 de cada cien dólares que generaba esta industria.
De acuerdo con el portal Datos Mundial, si un artículo tenía un precio de 100 bolívares en 2015, para 2022 ya costaba más de 11 mil 300 millones debido a la inflación, lo que equivale a una depreciación de la moneda venezolana de aproximadamente mil 894 millones de bolívares al año. En el peor momento de la economía, los precios se duplicaban en promedio cada 19 días. A julio de 2024, la inflación es del 43.6 por ciento y sigue acumulándose.
Las consecuencias para la población son evidentes. Según la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, el número de migrantes venezolanos en el mundo es de casi ocho millones de personas. Los que permanecen en su país se enfrentan a una guerra de desestabilización y pobreza.
Tras la elección presidencial del 28 de julio del presente año, donde tanto el candidato opositor Edmundo González Urrutia como el actual presidente Nicolás Maduro se declararon ganadores, y con un Consejo Nacional Electoral (CNE) que aún no presenta evidencia de la veracidad del resultado final, las reacciones globales no se hicieron esperar. China y Rusia felicitaron a Maduro; por su lado, Reino Unido y EUA cuestionaron el proceso, dando pie a un nuevo capítulo en un conflicto entre superpotencias donde el campo de batalla vuelve a ser un país pobre con abundancia de recursos.
En un mundo globalizado, hablar de pobreza e inestabilidad económica implica traer a escena la diplomacia internacional y la geopolítica. Los más dominantes, quienes tienen el poder económico, son los que imponen las reglas y bloqueos, como si se tratara de un juego de niños en el que el dueño del balón es quien decide cuándo inicia y termina el partido. El desafío está en establecer nuevas estrategias para impulsar un nuevo orden mundial donde haya más balones de juego y apertura.