Al empezar la noche de las bodas el joven marido le dijo traviesamente a su flamante esposa: “Quiero que sepas que les aposté a mis amigos 10 mil pesos a que eres virgen”. “¡Joder! -exclamó ella sin demostrar ningún respeto a la solemnidad de la ocasión nupcial-. ¡Todavía ni comenzamos la vida de casados y ya te pones a perder nuestro dinero!”. Nadie vea en el siguiente cuento algún asomo de crítica social. En primer lugar la crítica social está reservada a unos cuantos pensadores, y quien esto escribe se guía más por sus emociones que por sus elucubraciones. (”Si quieres ser feliz como tú dices, / no analices, amigo, no analices”). En segundo lugar eso de la crítica social es un asunto demasiado serio como para tratarlo con humor. ¿Se puede acaso hacer un chiste con “El Criterio” de Balmes o con “El Capital” de Marx? Hay cosas que no son para tomarse a broma, como le dijo el condenado a muerte al guardia que le puso una tachuela en el asiento de la silla eléctrica. El caso es que doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le contó a su sirvienta cuando todavía se podía usar esa palabra: “Mi marido y yo vamos a hacer una casa estilo barroco”. Acotó la mujer: “Me recuerda a la mía. Es estilo barraca”. Lejos de sembrar esperanza Claudia Sheinbaum está sembrando desconfianza. Los nombramientos que hizo en las personas de Leticia Ramírez y del impresentable Arturo Zaldívar hacen pensar que la primera mujer Presidenta de México está sujeta al arbitrio de un hombre -de sobra está decir quién es- cuyas “recomendaciones” son para ella órdenes que acata sin chistar, así sean desatinadas. La actual secretaria de Educación ha mostrado ineptitud palmaria en el desempeño de su cargo. Brilla por su opacidad. En lo que a Zaldívar se refiere, es imposible cuantificar los daños que ha causado a la República. Con justicia se le podría acusar de daño moral a México si ese delito estuviera tipificado en la legislación. La futura mandataria no ha dado hasta ahora ni el más ligero asomo de independencia personal. Está dilapidando a grandes pasos su capital político, si es que alguno le ha permitido tener quien a las claras es su amo y señor. Claudia Sheinbaum hace quedar mal a la mujer por la sumisión que muestra frente a un hombre. Se entiende que no pueda manejarse con autonomía cuando no ha tomado aún posesión del importante cargo que desempeñará, pero su actitud obsecuente ante López es demasiado visible como para poder siquiera darle el beneficio de la duda. Ella misma se rodea de elementos adictos a AMLO que seguramente lo obedecerán mañana igual que lo hacen hoy. Se fortalece cada vez más la idea de un maximato, aunque lo nieguen los incondicionales a sueldo del caudillo, quienes lo describen como un patriota despojado de toda ambición de poder, que al término de su gestión se irá a su rancho sin intervenir ya en la vida pública, dedicado sólo a cultivar su tierritayacuidar de sus animalitos. “En ésas nos viéramos, Chepita”, le dijo un alcalde de mi ciudad a la vecina dueña de pomposas pompas. Cambiando lo que haya que cambiar, nosotros quisiéramos ver ocupando la Presidencia a una mujer dueña de sí misma y no propiedad de quien la antecedió en el cargo. Parece ser, desgraciadamente, que tal deseo no se realizará.