Cuando se avecina un juego de Santos, suelo ser optimista al hacer un vaticinio sobre el resultado, y lo hago casi siempre con el corazón -me gana el terruño-; es más, contra el América, actual campeón, me atreví a pronosticar un triunfo lagunero, aun jugándose en feudo crema, pensando que como los aguiluchos no estaban teniendo una buena marcha en el torneo, Santos podría sorprenderlos, nada más alejado de la realidad, pues la historia terminó en goleada para los comarcanos.
Contra Cruz Azul la disparidad de fuerzas, expresada en los números de ambos equipos, no daba espacio para ilusiones, enfrentar al líder de la competencia en su casa siendo uno de los abajeños de la tabla significaba una derrota más que anunciada, pues las posibilidades de Santos eran prácticamente nulas, no había argumentos para pensar en otro resultado, vamos ni siquiera aspirar a un empatito.
Ni aún en el supuesto de que los capitalinos pudieran prescindir de algunos titulares, como fue el caso de algún lesionado, o bien por meter juveniles para cumplir con la regla de menores y evitar alguna sanción al final de la etapa regular del torneo, porque, a diferencia del conjunto de La Laguna, los celeste son una escuadra muy bien armada, y tan bien dirigida, que las modificaciones en su alineación no afectan mayormente su gran desempeño, por algo han ganado trece de quince partidos y solo han perdido uno, reflejo claro de su gran solidez.
Ante un panorama así no cabía el sentimentalismo, no podía pensar con el corazón, así que mi pronóstico tuvo que ser en contra de la oncena santista. Como así sucedió, Cruz Azul derrotó con facilidad a Santos por dos goles contra cero, marcador que no refleja lo acontecido en la cancha del estadio Azul, donde los de La Noria fueron los amos y señores del encuentro, que si no terminó en goleada fue porque los dueños de la casa no estuvieron muy certeros y porque Acevedo tuvo otra buena actuación salvando su cabaña, sobre todo un par de salvadas en los primeros minutos del cotejo, y también porque los azules se tomaron las cosas con cierta calma ante un rival muy inferior y por momentos hasta parecía que estaban jugando una cascarita.
Saco a colación lo del pronóstico previo al juego, que por lógica resultó acertado, porque así le sucede a la afición de Santos, le ha perdido la fe a su equipo, que anda muy mal y que sabe que su aliento no es suficiente para sacarlo del hoyo en el que está metido y atorado, porque sabe muy bien que es un cuadro muy limitado en talento y calidad.
Y que, para colmo de males, su técnico no tuvo la capacidad de detectar a tiempo las carencias del once santista y actuar en consecuencia ante la directiva para exigir mejores refuerzos.
Es más, hasta parece que actuó con cierta complicidad para traer a un jugador con mucho tiempo sin jugar y muy propenso a las lesiones y que no ha servido para nada, además de dar el visto bueno a la llegada de jugadores que tampoco han servido. La palabra la tiene una directiva que también ha quedado a deber mucho en este futbol nuestro de cada día.