F. G. Haghenbeck. Imagen: EFE/ Sáshenka Gutiérrez
Corría el año 2013 y yo tenía una obsesión personal con escritores como Stephen King, Dan Brown, José Carlos Somoza y John Katzenbach, todos de géneros muy diferentes entre ellos, pero que al mismo tiempo compartían una fluidez y claridad en su narrativa que era casi como ver una película de acción, suspenso o terror en la pantalla grande. No podría estar más satisfecho, como lector, de devorar todo lo que estos escritores ofrecían. Pero fue una tarde de noviembre, en el pequeño rincón de la casa que solía usar como espacio creativo para ilustrar, diseñar o explorar ese nuevo mundo de la escritura cuando, casi por casualidad, leí un artículo sobre un autor que estaba llegando al mundo literario golpeando con bebidas, puños, patadas y trucos mágicos a la John Constantine. Su nombre era Francisco Gerardo Haghenbeck y descubrirlo fue una de las maravillas que, como autor, puedo presumir.
Me imagino a don Paco acomodándose su fedora y moviéndose el cuello de la camisa blanca de algodón debajo de su traje de tres piezas, sonreír socarronamente y decir: “Sí, coescribí para los cómics de Crimson en WildStorm junto a Humberto Ramos, Brian Augustyn y Oscar Pinto, y Alternation para Image Comics, para después apostarle a Superman al lado de la leyenda del cómic Brian K. Vaughan”.
Sin embargo, aún tenía mucho que ofrecer en suelo mexicano, pues nos dio joyas como Un mexicano en cada hijo te dio y el cuento para niños Santa vs los vampiros y los hombres lobo con Tony Sandoval para Editorial Norma. Pero don Paco, inquieto como un niño, quiso jugar más alto, arriba en el cielo, como Superman, y concursó con su novela Trago amargo para llevarse el Premio Nacional de Novela “Una Vuelta de Tuerca” en el año 2006. Es entonces cuando decidió que la novela —y no sólo eso, sino la novela negra— sería su nuevo camino en búsqueda de su propio OZ el Grandioso.
OBRAS PARA MÉXICO
No haré un recuento en orden cronológico de la obra de don Paco; me iré mejor por un conteo más personal: las novelas que, a mi parecer, son un tesoro nacional, comenzando con el primer libro del que pude echar ojo, La primavera del mal. En este volumen, un joven pistolero de nombre Raúl Duval, ahijado del coronel Benito Guadalupe Serrano, y quien tiene grandes aspiraciones en el negocio naciente de las drogas en el país, se ve envuelto en un triángulo amoroso entre la actriz Carmela Del Toro y el agente antidrogas Jimmy O. Ball. El romance ficticio se entremezcla con datos históricos como el control de drogas a cargo de militares postrevolucionarios, lo que desencadenó una masacre de chinos, quienes originalmente movían la mercancía de opioides. La novela retrata las traiciones y el modus operandi de un México que se creía libre del totalitarismo gubernamental y que vio un nuevo estilo de vida comercial a través de los narcóticos.
La trilogía del detective Beatnik Sunny Pascal, conformada por Trago amargo, Por un puñado de balas y El caso tequila nos cuenta las peripecias que debe soportar el protagonista cuando es contratado para un caso especial; entre actores, sets de películas, enredos y mafias de diferentes organizaciones, Pascal, con su estilo e inteligencia, siempre sale avante a las circunstancias. Es, de cierto modo, como si leyéramos parte del alma de Haghenbeck impresa en Sunny. Como plus, cada inicio de capítulo es una receta para preparar bebidas alcohólicas.
En El diablo me obligó (Premio Nocte al Mejor Libro Extranjero), Elvis Infante, un exconvicto que vive en Los Ángeles, se gana la vida de una forma bastante fuera de lo común: vende sus servicios como diablero, cazando y capturando demonios, ángeles caídos y otros seres sobrenaturales, mientras en el entorno algo peor se comienza a mover, jalando hilos invisibles entre los que se encuentra atascado el protagonista. Entre pelotones peleando en Afganistán, sacerdotes corruptos y pistoleras góticas, las aventuras de Elvis Infante, Diablero, parecieran solo comenzar.
Ambos protagonistas, aunque muy dispares entre sí, llevan ese sello distintivo de Haghenbeck: el cinismo, sarcasmo y valentía que los caracteriza, siendo por momentos odiosos y a la vez heroicos, algo que me recordaba mucho a John Constantine del cómic Hellblazer de DC Comics.
Luego llegó a mis anaqueles la novela Querubines en el infierno con esos aires crueles que nos regalan las joyas de ficción histórica. Los hermanos Elsie y Louis Moreno viven en Los Ángeles, en 1943, una urbe que lo único que les ha dado es racismo y malos tratos. Los marines, que tienen su base militar en la ciudad, aprovechan cualquier ocasión para salir a cazar pachucos y golpean a mexicanos con ese pretexto. Por su parte, las autoridades no defienden a nadie y, en lugar de eso, encarcelan a las personas agredidas. Louis termina en prisión acusado de asesinar a su primo en una de las revueltas de marinos contra pachucos, así que se le da la opción de o cumplir en prisión o en el campo de batalla. Los hermanos, en diferentes frentes de la Segunda Guerra Mundial y junto a los 500 mil mexico-americanos que fueron enviados como carne de cañón, enfrentan el infierno de una guerra que ni siquiera era suya.
En palabras de don Paco, sus novelas tienen un ritmo ágil y muy visual. Esto, decía él, era por su costumbre de trabajar con novelas gráficas y cómics. Fue, es y será una firma que siempre marcará su estilo de prosa. Esta tanda de libros antes mencionados es solo la punta del iceberg llamado F.G. Haghenbeck, pues aún podríamos citar a El libro secreto de Frida Kahlo, Matemáticas para las hadas, Matar al candidato, En el crimen nada es gratis y seguiríamos estando cortos en su extensa bibliografía, que abarcó desde el noir y el terror hasta la aventura, entre novelas juveniles y novelas gráficas para todo público.
JOYAS PÓSTUMAS
Tristemente don Paco nos dejó —demasiado pronto, debo decir— el 4 de abril de 2021, víctima de complicaciones de covid-19, pero aun cuando su cuerpo no nos acompaña, dejó un par de joyas póstumas: Sangre helada, Morir matando y La renovada muerte, un compilado de cuentos de varios autores donde él funge como mediador.
Fue justo con Morir matando que me llegó un golpe de nostalgia al terminar la novela. Pensé en lo importante que fue para mi el conocer a don Paco, que amablemente me contestó unas preguntas vía Messenger sobre el trabajo de escribir. Me compartió lo importante, lo obvio y lo mágico. Creí que sus últimas líneas estarían en el final de la novela que en esos momentos terminaba, pero puede que nos dejara más sorpresas, por ejemplo, la serie de Netflix Diablero; además, se rumora un par de proyectos póstumos.
Sus más cercanos siempre lo definieron como amigable, atento y siempre dispuesto a dar una opinión, centrado y muy enfocado. Ciertamente en nuestro país necesitamos más autores como Haghenbeck. Sin duda será referente en el mundo de la novela negra tal como Elmer Mendoza, Paco Ignacio Taibo, Martín Solares, Hilario Peña, Bernardo BEF Fernández, Fernanda Melchor, Vicente Alfonso, Guillermo Arriaga, entre otros.
Don Paco, donde quiera que esté, levanto este vaso de whisky en su honor.