La mansión victoriana, hogar del Halloween
Halloween es una festividad occidental llena de símbolos que ha trascendido sus propios orígenes celtas para convertirse en una amalgama de colores, productos y personajes. Una fantasía en la que todo lo tétrico se vuelve bien visto a un nivel caricaturizable.
La arquitectura, como el simbionte cultural que representa, no está exenta de tener un representante en Halloween. No es la mansión mediterránea–californiana, tampoco es el penthouse o el loft idílico. Mucho menos la casa de estilo moderno de mediados de siglo que reina en Pinterest. Es la mansión victoriana, la casa embrujada por excelencia.
Como todo en la vida, este fenómeno se debe a la compleja interacción de factores históricos, tecnológicos y culturales. El auge de las mansiones victorianas, que hoy se perciben como siniestras, no fue sólo resultado de decisiones estéticas o económicas, sino de un cúmulo de elementos que incluyen avances en la construcción, la moda arquitectónica, la acumulación de riqueza y la influencia de la cultura popular.
CRECIMIENTO INDUSTRIAL
Durante el siglo XIX se generó un crecimiento industrial sin precedentes que transformó la sociedad y, con ello, la arquitectura. Las fábricas comenzaron a producir una variedad cada vez mayor de artefactos sofisticados y las innovaciones tecnológicas permitieron que el mercado se expandiera rápidamente. Los ferrocarriles ayudaron a distribuir estos productos por los países industrializados, especialmente, Estados Unidos y el Reino Unido. Entre los recursos que más se movilizaban estaban los nuevos materiales de construcción, lo que cambió la forma en que se diseñaban y construían las casas.
Uno de los cambios más importantes fue la disponibilidad de madera cortada y estándar, junto con clavos de alambre que permitían estructuras más livianas y elaboradas. Esta nueva flexibilidad constructiva facilitó la creación de detalles arquitectónicos que antes eran impensables para una vivienda de la clase media o media alta, como aleros, porches y ventanales. Además, la producción masiva de elementos decorativos como puertas, ventanas, molduras y balaustres hizo que los propietarios tuvieran mayor acceso —y a mayor velocidad— a una paleta de materiales mucho más diversa que en épocas anteriores.
En este contexto, las mansiones victorianas se convirtieron en símbolos de estatus y riqueza. A medida que más personas acumulaban fortunas gracias al capitalismo industrial, buscaron formas de exhibir su éxito y, como era de esperar, lo hicieron a través de sus casas. Los arquitectos comenzaron a proliferar, ofreciendo a sus clientes los estilos más recientes, muchos de ellos con inspiración europea. Esto le permitía a los nuevos ricos anunciar su llegada a la élite social.
El libro Cottage Residences (1842) de Andrew Jackson Downing influyó notablemente en la expansión de varios estilos arquitectónicos, como el renacimiento griego, el neogótico y el italiano. Este enfoque ecléctico reflejaba el espíritu de la época: siempre buscando lo nuevo y mejorado, emulando, a su vez, la belleza de lo clásico, tanto en la arquitectura como en la industria. Pronto, estilos como el Reina Ana y el Segundo Imperio, con sus características exuberantes, dominaron el panorama del primer mundo.
OCASO ARQUITECTÓNICO
Sin embargo, la moda es efímera, y lo que alguna vez simbolizó éxito y opulencia pronto comenzó a verse de manera diferente. Las caídas económicas y los cambios sociales afectaron a muchas de estas majestuosas casas, que con el tiempo se consideraron excesivas o pasadas de moda. En muchos casos, el dinero que permitió su construcción desapareció, dejando las estructuras abandonadas y deterioradas.
Además, la arquitectura victoriana se caracterizaba por una asimetría que, aunque era vista como un logro técnico y estético en su momento, poco a poco generó una sensación de incomodidad. Como mencionaba Aristóteles, “las formas principales de la belleza son el orden y la simetría”, y estudios modernos han confirmado que los seres humanos encuentran algo perturbador en la falta de estos elementos. Esta percepción contribuyó a que las casas victorianas se asociaran con el desagrado y el malestar.
El deterioro físico también jugó un papel importante. Estas mansiones, con sus elaboradas molduras de madera y detalles ornamentales, requerían un mantenimiento constante. La falta de cuidados hacía que rápidamente cayeran en la decrepitud. Y si, encima de eso, seguían habitadas en medio de su descomposición, rodeadas de jardines decadentes, el ambiente resultaba ideal para alimentar historias de casas embrujadas.
DE SÍMBOLOS DE RIQUEZA A ICONOS DE TERROR
Con el tiempo, estas viviendas comenzaron a verse menos como símbolos de riqueza y más como edificios tenebrosos. Un ejemplo temprano de esta transformación en el imaginario popular puede encontrarse en la pintura The House by the Railroad (1925) de Edward Hopper, que muestra una casa Segundo Imperio solitaria y lúgubre. El fotógrafo Walker Evans también capturó imágenes de mansiones victorianas deterioradas en los años treinta, como parte de su serie sobre la vida americana.
La cultura popular, especialmente a través del cine y la televisión, fue decisiva en consolidar la imagen de las construcciones victorianas como escenarios de terror. La película La casa de la colina (1959), protagonizada por Vincent Price, es un ejemplo temprano de cómo Hollywood adoptó este tipo de inmuebles como telón de fondo para historias de fantasmas. Le siguieron otras producciones icónicas como Psicosis (1960), La maldición (1963), Sombras tenebrosas (1966), Beetlejuice (1988) y más recientemente Stranger Things (2017), que reforzaron la asociación de este estilo arquitectónico con lo sobrenatural.
Sin duda, el caso más célebre y quizá hasta obvio de esta metamorfosis semiótica sea el del célebre escritor Stephen King y su esposa viviendo durante años en una casa victoriana de 1858 en Bangor, Maine, que con el tiempo convirtieron en la sede de su fundación benéfica.
REVIVIR A LOS MUERTOS
No obstante, en medio de este ambiente de declive también hubo quienes buscaron restaurar las mansiones victorianas para devolverles su antigua gloria. El programa de televisión This Old House (Esta casa vieja), estrenado en 1979, fue pionero en la rehabilitación de viviendas antiguas, incluyendo una casa Segundo Imperio en Boston, Massachusetts, que fue renovada a lo largo de 13 episodios.
Hoy en día, las casas victorianas restauradas pueden encontrarse en muchas partes de Estados Unidos, aunque algunas, como la mansión embrujada de SK Pierce, también en Massachusetts, han abrazado su reputación macabra para atraer a los turistas. Desde 2022, en este edificio se ofrecen recorridos guiados por 25 dólares, y su propietario está considerando permitir que los visitantes pasen la noche ahí, dado que hay cientos de personas en lista de espera.
LEY DE LA OPINIÓN PÚBLICA
El viaje de las mansiones victorianas, desde su auge como símbolos de riqueza hasta su transformación en íconos del terror, es un reflejo de cómo la arquitectura y la percepción pública siempre cambian con el tiempo, como si se tratara de una ley no escrita. Lo que alguna vez fue una demostración de estatus social y opulencia se ha convertido en un símbolo cultural de lo macabro, influenciado tanto por el deterioro físico como por la cultura popular. Sin embargo, en medio de su aspecto fantasmal, estas casas también guardan historias de renovación y resiliencia, demostrando que incluso lo que parece estar destinado al deterioro puede encontrar una nueva oportunidad para renovarse, desde una mansión hasta todo el sistema capitalista.