Una gran parte del ambiente de las redes sociales es sumamente tóxico. Se utilizan con frecuencia para difundir chismes, mentiras e información intrascendente, pero, por otro lado, constituyen también un arma poderosa que brinda información muy útil para los usuarios.
Si tomamos a la red social X -antes llamado Twitter- como ejemplo, encontraremos que existen diariamente discusiones fuertes sobre el tema que sea, con usuarios y personalidades atacándose de un lado para otro, criticando -en algunos casos a niveles muy fuertes- lo que dice el otro y sin un afán evidente de llegar a una buena conclusión. Luego, los jueces del X -que no sé si sean robots o personas reales- censuran muchas de las cosas que se publican de manera totalmente arbitraria, y ¿qué puede uno hacer? Pues nada, porque lo que estamos utilizando es un medio privado que pertenece a una empresa y esa empresa pertenece a un individuo -ya sabemos a quién- y, por ello, tiene el poder de callarnos en su medio cuando le dé la gana. Es así de sencillo: es el dueño del balón y de la cancha.
Mientras eso sucede todos los días, existe otro lado más amable de las redes en donde hay usuarios con ánimo muy constructivo que utilizan este medio para difundir información útil y actualizada, por ejemplo, aclarando dudas comunes acerca del idioma y algunas reglas que, aunque ya las hayamos estudiado en la educación básica, con el tiempo las olvidamos.
La Real Academia Española y otras instituciones cuentan con sus cuentas de X y Facebook -y otras también- en las que regularmente contestan a las dudas que los usuarios les plantean. Yo, desde hace muchos años, lo hago, y por eso incluyo mi nombre de usuario de X al final de cada comentario que hago en este espacio, para que mis amables lectores puedan, con toda confianza, enviarme alguna duda que tengan sobre el lenguaje. Si sé la respuesta, se las envío lo más pronto posible; si no la sé, me pongo a chambear y busco alguna explicación a la duda. La cosa es establecer una comunicación constructiva y para eso, las redes son verdaderamente útiles.
Algunas aclaraciones del lenguaje que se encuentras en las redes parecen, así a primera vista, muy simples. Sin embargo, son dudas que aparecen recurrentemente y que muchas veces se olvidan: lo correcto es "trajeron" y no "trajieron"; es "a pesar" separado y no "apesar" junto, como lo escribe mucha gente erróneamente. También se aclara que la palabra "anécdota" es correcta y no "anectota" como lo dice mucha gente. Y así muchas dudas y comentarios más que circulan diariamente por esas benditas redes.
Algunas dudas surgen cuando tenemos que usar un sustantivo en diminutivo. Por ejemplo, sabemos que arroz debe escribirse así, con zeta al final, pero para convertirlo en diminutivo, ¿debe conservar la zeta? No, para nada. El diminutivo de arroz es arrocito, así como el de lápiz es lapicito. El de princesa es princesita, el de papá es papacito y el de amor es amorcito. Esa aclaración, sin mucho esfuerzo, de seguro lo encuentra en las redes.
Más que enfocarse en el "lado oscuro" de las redes sociales, en la que todo mundo discute y se insultan entre sí, debemos aprovechar la parte buena y la utilidad que nos brindan estos recursos. Solamente hay que saber distinguir entre las que nos proporcionan información verdaderamente útil y las que no.
Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios.
[email protected] X: @donjuanrecaredo
ME PREGUNTA Horacio Arias: ¿Qué es talabartería?
LE RESPONDO: Antiguamente había una faja o cinturón de cuero donde se llevaba el puñal, la espada o algunas otras armas. Ese accesorio se llama talabarte y por eso al establecimiento donde se fabricaban se le llamaba talabartería. Con el tiempo, el uso de la palabra se hizo extensivo al lugar donde se fabrica todo tipo de artículos de piel.
LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: Hay seis formas de parar el mundo: un beso, un abrazo, una caricia, una mirada, una sonrisa y un mensaje de amor bien escrito.
