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Desaparecidos

Marcela Turati, la pluma que narra las desapariciones en México

“Siempre digo que para mí cubrir San Fernando fue como perder la inocencia de mi país”

La periodista mexicana Marcela
Turati, autora de San Fernando: última parada: Viaje al
crimen autorizado en Tamaulipas. (JOSÉ DÍAZ)

La periodista mexicana Marcela Turati, autora de San Fernando: última parada: Viaje al crimen autorizado en Tamaulipas. (JOSÉ DÍAZ)

DANIELA CERVANTES

¿Cómo se narra el horror? ¿Cómo escribir las historias de personas que salieron de su hogar porque anhelaban una vida mejor y desaparecieron en el trayecto? ¿Cómo investigar qué les pasó y no morir en el intento? ¿Cómo mirar a los ojos a los familiares que preguntan por ellos? ¿Cómo lidiar con un sistema que no quiere dar respuestas? ¿Cómo buscar la verdad en un país donde desaparecen a los desaparecidos? ¿Cómo enfrentar la impunidad, la corrupción y el silencio armada sólo con la libreta? ¿Cómo sobrevivir a una estructura que no encuentra a los que desaparecen pero sí acosa a quien pregunta por ellos?

Las anteriores son preguntas que emergen después de leer San Fernando: última parada: Viaje al crimen autorizado en Tamaulipas de la periodista mexicana Marcela Turati, un libro que descoloca por ser una inmersión profunda a uno de los episodios más oscuros y aterradores de la violencia mexicana.

"El alma se me desprendió en Matamoros, en esa esquina del noreste de México, en los límites con Texas. Estoy casi segura de que se quedó detenida en un retén del estado de Tamaulipas, después de que me asomé a unas fosas clandestinas recién descubiertas", escribe inicialmente Marcela para después llevarnos de la mano a un viaje al corazón de la tragedia que sacudió a San Fernando, Tamaulipas en el 2010, año en el que se dio a conocer el hallazgo de unas fosas clandestinas que contenían los cuerpos de 72 migrantes, que, por anhelar una mejor vida, emprendieron un viaje que los encaminó a una carretera disputada por el narco.

Turati llegó a la historia, y luego de asomarse por primera vez en aquellas fosas, no pudo hacer otra cosa más que preguntarse cómo pudo haber pasado, y empezar a investigar, a caminar, a delinear San Fernando, a escuchar, a observar, y a tratar de entender por qué en la central de ese pequeño lugar un tiempo arribaron maletas sin dueño.

El suceso, narra en el libro, a la periodista se le convirtió en una especie de obsesión y con más preguntas que respuestas se lanzó al abismo, a ese abismo llamado México, un país que no busca a los desaparecidos pero sí amenaza a quienes preguntan por ellos, así como a Marcela, que durante su investigación periodística pronto se dio cuenta que la masacre de los migrantes no era única, y que ella, por investigar el caso, estaba siendo vigilada. 

Su travesía periodística duró 12 años, tiempo en el que recorrió caminos sinuosos que la llevaron a todos lados menos a la verdad.

Con mucha información contenida, después de un largo tiempo, la periodista decidió escribir este libro en el que desenmascara la complicidad entre el crimen organizado y las autoridades locales. A través de sus palabras, el lector se adentra en un mundo donde la violencia se ha normalizado y la impunidad es la norma. Las fosas comunes, descubiertas con decenas de cadáveres de migrantes y mexicanos, son el testimonio brutal de una guerra no declarada, donde las víctimas son invisibilizadas y olvidadas.

Turati no sólo documenta los hechos con precisión, sino que también rescata las voces de las víctimas y sus familias, quienes claman por justicia en un mar de silencio y desidia. Cada página del libro está impregnada de humanidad y dolor, mostrando la lucha incansable de aquellos que han perdido a sus seres queridos y se niegan a rendirse ante la desesperanza.

El estilo narrativo de Turati es directo y sin concesiones, pero al mismo tiempo cargado de una sensibilidad que humaniza cada historia. Su pluma no sólo informa, también conmueve y moviliza, invitando al lector a reflexionar sobre la profunda crisis de violencia que atraviesa México y las estructuras de poder que la perpetúan.

San Fernando: última parada es más que un libro de periodismo de investigación; es un llamado urgente a la justicia y a la memoria. En este compendio Marcela Turati nos recuerda que detrás de cada número, de cada estadística de muertos y desaparecidos, hay vidas truncadas, familias destrozadas y una sociedad que no puede permitirse olvidar. Su obra es un testimonio del poder del periodismo para dar voz a los silenciados y exigir rendición de cuentas en un contexto de impunidad.

Este libro es una lectura imprescindible para entender la realidad de la violencia en México y la resistencia de aquellos que, a pesar de todo, continúan luchando por la verdad y la justicia. La pluma de Marcela Turati nos entrega en esta ocasión una obra que permanecerá en la memoria colectiva como un recordatorio de lo que nunca debemos olvidar.

"No es un libro fácil de leer porque no se puede absorber de un jalón tanta dosis de impunidad", alerta a los lectores, y yo le pregunto ¿Cómo fue escribirlo?

Fue un proceso muy tardado, y de alguna manera tortuoso. Tardado porque fueron muchos años de investigación y también de mucho riesgo, de pensar qué se podía publicar y qué no. También porque un tiempo estuve bajo espionaje de la PGR (Procuraduría General de la República), eso por un lado, por otro lado, también, el compilar la información de tantos años y darle forma al libro fue un proceso difícil. Todo se vuelve un poco complejo porque además existía el miedo de que la PGR me detuviera por lo que narro en el libro.

"Quiero saber la verdad; aunque duela", oíste de la voz de un familiar de una víctima, pero tú ¿Qué precio tuviste que pagar por indagar, escarbar, y después narrar la atrocidad?

Todas las víctimas dicen eso, "quiero saber, no me oculten nada" y ellas son un poco para quienes hice el libro. De hecho fue para que ellas supieran lo que las autoridades les negaban, porque la impunidad no permite todavía contar la historia completa. Todavía hay cosas ocultas, cosas no investigadas, no hay acceso a todos los actores y también la misma Fiscalía no investigó este caso a fondo. En mi caso fueron diferentes retos, uno de ellos fue entrar a San Fernando porque yo tenía mucho miedo, las veces que ingresé, que fueron tres o cuatro, siempre era muy cronometrado porque me decían que los Zetas todavía estaban en los alrededores, que a veces entraban. También sabía que había una colusión entre policías y autoridades municipales, que tenían informantes por todos lados, que aunque ya eran otros años, seguían matando, desapareciendo gente, entonces eso fue difícil para mí. (Asimismo) [...] supe que la FGR quería investigarme, también la cobertura que realicé entorno al tema de violencia por tantos años, entrevistar a víctimas, de hablar y de escribir de fosas, de ir a las fosas, todo eso tuvo un impacto emocional en mí, me tuve que ir un año de México. Al final me di cuenta que sí había sido espiada por la PGR y que estaba en un proceso judicial, además me di cuenta de que tenía mi teléfono infectado por pegasus (programa de vigilancia de dispositivos móviles diseñado para infiltrarse sin ser detectado en teléfonos con sistemas operativos iOS y Android), todo eso es un impacto muy grande. Como pongo ahí en el libro la frase de mi amigo Jonh Gibler: "En México es más peligroso investigar un crimen que cometerlo" porque se pena mucho a quien intenta indagar: a las familias, a los defensores, a los antropólogos forenses, a los periodistas, a los defensores de derechos humanos, en vez que las autoridades investiguen quién cometió la masacre, en este caso contra migrantes, más bien se agrupan para defenderse y criminalizan a quien está investigando.

Fueron 12 años en los que investigaste, recabaste testimonios, leíste documentos, acudiste al lugar de los hechos, tomaste apuntes, incluso, caminaste sola la carretera donde ocurrieron las desapariciones, pero ¿Cómo fue el primer momento que te colocaste frente a la hoja en blanco para empezar la redacción de este libro?

Por muchos años intenté escribir el libro. Empezaba y sentía que no podía, fueron muchos años. Lo empecé a escribir en la pandemia. No tenía muy clara la estructura, pensaba cuál podría ser un personaje que contara todo hasta que dije, 'es que no, no hay un personaje que haya vivido todo', entonces dije, 'más bien serán voces las que van a contar esto', pensando como si fuera un collage, donde podía poner documentos, voces, monólogos, diferentes recortes y algunas partes mías. Y fue hasta que me anunciaron que había ganado el Premio Javier Valdez, y me dieron un deadline (fecha límite de entrega) y firmé un contrato legal, que me obligué a escribirlo.

El periodista primero tiene que entender el entorno para después poder narrarlo, en ese sentido, ¿Cómo fue el ir comprendiendo la estructura de los grupos criminales?

Yo siempre he dicho que yo no soy experta en narcotráfico o cuando me preguntan de los Zetas, siento que no domino el tema, pero si puedo contar de mi periodismo inmersivo, el haber ido a San Fernando para saber cómo operaban en territorio, cómo operaban en un cierto lugar, cómo lo vivió la gente, tuve que leer mucho libros de colegas, los libros que cito ahí, o a investigadores que luego me contaban cosas, para tratar de verlo de una forma más amplia, entender los juicios en Estados Unidos, lo que contaban de su estructura y ya con el expediente judicial, me sirvió para tratar de darle un marco y que se entendiera quiénes son los Zetas, pero yo siempre he dicho que mi expertísimo no es hablar de los Zetas, si no de un grupo criminal que operaba de cierta manera en un cierto territorio y lo que trato de hacer es contar el modus operandi, cómo llegan, se implantan y cómo operan, porque para mí lo más importante es que la gente identifique eso. (Por ejemplo) Me ha llamado mucha gente de otros lados que han leído el libro y me dicen así empezó acá, porque reconocen cómo se implanta, cómo diversifican sus delitos, cómo se hacen de informantes porque yo he dicho que el libro podría llamarse San Fernando, o Lagos de Moreno, o se podría llamar Zacatecas, porque hay una parte de esta historia que se repite en México, eso es lo que logré entender al ir al territorio y al leer mucho sobre los Zetas, leer y entrevistar a gente que conoce su operación, entonces así yo pude explicar un poco la estructura criminal, pero aún así no siento que pueda explicar mucho salvo lo que pasó en San Fernando.

¿En algún punto de tu investigación cambió la perspectiva que tenías sobre la violencia que se vive en México?

Sí, yo siempre digo que para mí cubrir San Fernando fue como perder la inocencia de mi país.

San Fernando: última parada no relata una historia del pasado, porque incluso, como mencionaste, bien podrías poner el nombre de otro estado en la portada y la historia no se alteraría mucho porque se trata de hechos violentos que se replican en todo México.

Yo muchas veces decía, 'para qué escribo esto si es una historia del pasado', pero también decía 'no hay nadie en la cárcel pagando por estos crímenes'. Las familias siguen sin saber, todavía hay mucha gente buscando a sus familiares, se hablaba de 600 asesinados, el gobierno dijo que eran 200, y a lo largo de los años seguimos viendo que desapareció un camión cargado de migrantes o de personas mexicanas, jornaleros mexicanos, o de unos jóvenes que cruzaron a otro territorio, eso se repite y nadie te avisa, siguen pasando estas cosas, los migrantes siguen sufriendo, siguen siendo reclutados, aparte de reclutamiento forzado, también hay estas, yo les nombro, desapariciones preventivas, 'te desaparezco por si en el siguiente punto el otro cartel te va a reclutar', todos lo hombres jóvenes, pobres, en edad reclutable ya son sospechosos o son carne de cañón, la mayoría son hombres, pero obviamente también hay mujeres.

Escuchaste muchas historias, pero ¿Cuál fue la que más te tocó?

No sé si hay una en especial. Pero a mí, el momento en que entré a San Fernando, sí me cambió la historia.

Marcela ¿A quién le tocaban estas desapariciones?

Hay una parte donde no hubo una alerta, y lo que descubrimos en el colectivo más de 72, es que no fue un episodio sólo de tres días, desde un año antes ocurrían las desapariciones de autobuses, pero los primero han de haber sido de líneas no comerciales, esos de como no son una marca comercial y aunque las familias digan 'mi familiar desapareció' era difícil decir dónde fue, entonces ¿A quién le tocaba? a la Policía Federal de caminos, en ese caso García Luna tenía una responsabilidad, el Ejército también, es decir, están custodiando esa zona, qué onda con que todo mundo sabía, la policía estatal, la municipal. Todo mundo se hizo loco y nadie asumió que le tocaba hacer, y eso sigue pasando.

Al final dices que la historia está incompleta porque falta la verdad…

Falta la verdad, faltan los cuerpos de mucha gente, falta la lista de todos lo que fueron desaparecidos y asesinados y falta gente sentenciada por esto, falta investigación, sólo se han investigado a los supuestos Zetas, pero por qué no se ha investigado a nadie del gobierno, si esta trama de principio a fin tiene responsabilidades de funcionarios públicos, no hay nadie, nadie en la cárcel, ni investigado, ni por haber incinerado cuerpos, ni por alterar la investigación, ni por haber puesto testigos protegidos en riesgo, ni por haber puesto a gente inocente en la cárcel, ni por no haber intervenido, ni denunciado cuando esto pasaba, todo eso falta, y falta una verdad, no nos han dicho realmente qué pasó, y por qué pasó y el cómo fue posible, seguimos con sólo fragmentitos de verdad y con mentiras. Falta también el reconocimiento de las víctimas, falta el perdón.

Escribes: "Dentro de las cenizas del horror y la catástrofe, surgen mujeres y organizaciones de familiares de víctimas, a menudo encabezadas por mujeres, para reescribir las historias, humanizándolas con ternura, valor y dignidad para darles otro final", en ese sentido ¿Cuál es el papel que juegan los colectivos en un país donde desaparecen a los desaparecidos?

Ahorita en México el peso de la búsqueda y de la denuncia y de encontrar cuerpos, recae en los colectivos porque las autoridades no hacen los que les toca, entonces, los mismos colectivos de madres y de hermanas y de esposas e hijos, son los que se encargan de investigar, de ponerse en riesgo, de ir a buscar información, de excavar, de denunciar, de juntar información para llevarla a las autoridades que siguen sin buscar, sin prevenir, que siguen sin móviles, mientras ese ejército de madres y de mujeres está, con lo que tienen en las manos, una pala o lo poco que puedan tener, tratando de arrancarle a sus hijos a los grupos armados, o al ejército, porque es el mismo ejército el que los ha matado y enterrado.

"Cuando las personas se apropian de esa memoria, emergen nuevos caminos hacia la justicia anhelada", es este libro, San Fernando: última parada, ¿uno de los senderos para alcanzarla?

Me gustaría que así fuera, yo lo que sí he estado haciendo es mandar los libros, lo que les digo a las familias, 'miren este es un pedacito de verdad, es lo que yo pude saber'. Espero que este libro les ayude en su búsqueda de justicia, de entender lo que pasó y que puedan recuperar a sus hijos, hay familias en Guatemala, o en Salvador que me han dicho, 'yo no he podido hablar con mis hijos de lo que le pasó a su papá, y lo vamos a ir leyendo poco a poco para que ellos sepan que lo busqué'. Por lo menos el dejarlo por escrito, el hacer un documento, es algo que sentí que tenía que hacer. Tenemos que ver al periodismo que hacemos ahora, al periodismo de derechos humanos, como una especie de comisión de la verdad en tiempo real, para dejar esto para el futuro, para cuando la justicia sea posible, porque eso va a servir como insumo para poder transformar, para poder juzgar, para poder entender, para poder encontrar a las personas que faltan de regresar a casa, eso es la aspiración, que sirva y la justicia se va abriendo paso y no nada más con este libro, hay muchas más informaciones, reportes de organizaciones sociales, de albergues de migrantes como que todo va poco a poco creando una narrativa, porque es muy fuerte cuando se pronuncia San Fernando y la gente sólo piensa en los 72 migrantes, porque hubo una serie de masacres, no sólo a migrantes, entonces, es importante que estos hechos queden escritos en la historia para que no se repitan.

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