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SALUD MENTAL

Me diagnosticaron TOC pero soy bipolar: narración de una realidad alterada

Pedro ocultó su condición mental por miedo a que lo internaran, por ello fue diagnosticado hasta que tenía 29 años. A sus 40 su vida dio un giro inesperado, pues un nuevo psiquiatra le reveló que por más de una década recibió el tratamiento equivocado.

Pedro comparte que tiene 43 años, pero dice, desde que era niño notó que tenía actitudes que ‘no eran normales’. (DANIELA CERVANTES)

Pedro comparte que tiene 43 años, pero dice, desde que era niño notó que tenía actitudes que ‘no eran normales’. (DANIELA CERVANTES)

DANIELA CERVANTES

Es la primera vez que nos vemos. “¿Quieres entrar solo a la entrevista?”, lo cuestiona Guadalupe Pereira, mujer que, junto con su esposo Marco Marentes, impulsó la asociación civil Camino a La Salud Mental Laguna, lugar al que arribo para entrevistarlo. “Sí”, contesta Pedro, nombre falso que usaremos para respetar el anonimato.

“¿Seguro? Porque puede entrar tu mamá o papá contigo”, reitera Guadalupe.

Pero no, Pedro está seguro de querer entrar solo, por eso ambos pronto nos dirigimos a la oficina donde él acude, cada quince días, los jueves, a un grupo de apoyo para tratar temas sobre su salud mental. 

A puerta cerrada Pedro me comparte que tiene 43 años, pero dice, desde que era niño notó que tenía actitudes que “no eran normales”.

“Me lo detectan porque ocurre una crisis, y en esa crisis mis papás se dan cuenta y ellos me empujan a ir a un tratamiento”.“¿Qué te detectan?”, le pregunto.

“TOC, mi diagnóstico es TOC”.

El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es un trastorno mental caracterizado por la presencia de obsesiones y compulsiones. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se trata de una de las 20 enfermedades más discapacitantes y una de las cinco enfermedades psiquiátricas más comunes. 

Este problema neurológico se caracteriza por tener pensamientos obsesivos, tal como ideas fijas recurrentes y persistentes que generan inquietud, temor, ansiedad o aprensión. Asimismo, compulsiones, es decir, conductas y actos mentales para minimizar síntomas o disminuir la ansiedad que genera la obsesión.

Por ejemplo, cuando era chico, Pedro no podía pisar las líneas en el asfalto. “Si las pisaba sentía que iba a pasar algo malo”.Aún así, comparte, él mismo se obligaba a pisarlas para enfrentar el miedo con la intención de que este desapareciera, y sí, con esa acción lograba que el temor se fuera, pero pronto, mencionó, una nueva inquietud le brotaba. 

No tenía idea de lo que ocurría, hasta que un día hojeando un libro de psicología de su madre, quien trabajaba como enfermera, leyó algo sobre el TOC y de inmediato lo vinculó a sus experiencias.

“Me puse a investigar y me di cuenta de que lo que me ocurría tenía un nombre. Cuando leí lo del TOC dije ‘ahí está el problema’”.

Según el Monitor de Salud Mental del Instituto Municipal de Planeación y Competitividad (IMPLAN) de Torreón, el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) es uno de los trastornos mentales más frecuentes en la población, con una prevalencia de 2.5 por ciento.

En México el porcentaje es similar, el 2.6 por ciento de los ciudadanos lo padece, lo que equivale a unos tres millones de personas. Este trastorno se manifiesta en hombres y mujeres, pero los hombres lo desarrollan antes, entre los 6 y 15 años, mientras que las mujeres lo generan en la adolescencia o en los veintes.

Pedro tenía justo 15 años cuando sospechó que lo padecía. Sin embargo, guardó silencio y lejos de pedir ayuda comenzó a ocultar sus comportamientos compulsivos.

Nadie sabía, por ejemplo, del terror que lo invadía al sentir que sus manos no estuvieran limpias, o tampoco sobre su obsesión por asegurarse de que las llaves del gas, del agua y de la estufa permanecieran cerradas. Porque aunque él mismo así se asegurara, al poco tiempo tenía que regresar a revisarlas.

“Lo que me hace el TOC es que las reviso, y cuando termino me quedan dudas de si las revisé bien y tengo que regresar a revisar”.Al respecto, se le cuela un recuerdo: en la época de secundaria estudiaba por las tardes, y por lo regular cuando salía rumbo a tomar el camión, lo de revisar las llaves se le volvió una obsesión.

“Revisaba todo antes de irme, pero revisar las llaves del agua se volvió una manía, las revisaba todas antes de salir para asegurarme que no goteara agua porque me imaginaba que al volver a casa estaría todo inundado y que pasaría lo peor”.

A pesar de que él mismo se proponía ya no revisarlas y se obligaba a pensar que todo estaría bien, hubo días en los que apunto de abordar el camión, simplemente se dio la vuelta para volver a casa y cerciorarse de que todo estuviera en orden.

“Yo mismo decía ‘ya no voy a revisar nada’, y me subía al camión para irme a la secundaria, pero sentía angustia y una sensación de incomodidad”.

Y sí, el TOC se caracteriza por compulsiones, las cuales son conductas repetitivas que una persona siente la necesidad de realizar, como lavarse las manos, ordenar las cosas, verificar que las puertas, o, en este caso las llaves, estén cerradas.Fueron esas compulsiones las que lo evidenciaron frente a sus padres, porque, comparte, seguido encontraban las llaves quebradas de tanta fuerza que él, por su obsesión, aplicaba al cerrarlas.

Me dice que ocultó su condición lo más que pudo porque temía que su tratamiento fuera agresivo, o que incluso, pensaran que estaba loco. Además, mencionó, antes las enfermedades mentales eran mal vistas.

“Digamos que de manera primitiva yo buscaba la manera de salir del TOC por mí mismo. Aprendí a ocultar mis compulsiones”.Así atravesó la secundaria y la universidad hasta que un día todo detonó en una crisis severa.“¿Qué pasó en esa crisis?”, cuestiono.

“Para quitarme la ansiedad que me generaba el TOC comencé orar a Dios y me funcionó muy bien, pero en una ocasión hice una oración y sentí que la hice mal; mi cabeza no soportó la presión y comencé a repetir, y a repetir, y a repetir, y a decirla muy fuerte. Mis papás me escucharon y se asustaron. Ahí fue cuando buscaron ayuda”.

Sus padres resolvieron llevarlo al Centro Integral de Salud Mental (Cisame) en Torreón, lugar que, cabe mencionar sólo ofrece consultas y no admite el egreso hospitalario.

OPCIONES PARA TRATAR LA SALUD MENTAL

Fernando Sánchez Nájera, director del Cisame. (DANIELA CERVANTES)
Fernando Sánchez Nájera, director del Cisame. (DANIELA CERVANTES)

¿Dónde se atiende la salud mental en Torreón desde el sector público?, quizá fue la pregunta que se hicieron los padres de Pedro, quienes preguntando se enteraron de los servicios que ofrece el Cisame en Torreón desde hace 15 años. La Secretaría de Salud del Estado, desde entonces, apoya su funcionamiento.

Fernando Sánchez Nájera, el coordinador del centro, informó para este reportaje que son una opción gratuita para los pacientes que no son derechohabientes al IMSS, al ISSTTE, o al Departamento Militar, instituciones que ofrecen atención psicológica y psiquiatra gratuita, pero sólo si el interesado cuenta con un folio.

El Cisame, por su parte, atiende a toda la población de La Laguna de Coahuila que no cuentan con ese derecho, aunque, como ya se mencionó, sólo a nivel consulta.

En ese sentido, Sánchez Nájera señaló que “podemos contar, se me ocurre, 30 centros hospitalarios, entre públicos y privados en toda La Laguna pero tú no me puedes decir de uno solo que brinde atención psiquiátrica las 24 horas los 365 días del año. No hay, y eso es lo que nos hace falta”. 

Pero… en Cisame ¿Cuáles son los requisitos para ser atendido? El también psiquiatra compartió que los documentos que solicitan son: copia de la hoja referencia de un médico familiar que señale el problema emocional, el INE, copia de la CURP y comprobante de domicilio.

Con estos cuatro documentos el centro puede programar una cita con el psicólogo o con el psiquiatra, según sea el caso, asimismo, de ahí se mandan a hacer estudios o se otorga al paciente el medicamento prescrito. Todos estos servicios, indicó el coordinador del centro, son completamente gratuitos.

Cabe mencionar que apenas en mayo del presente año, este mismo diario reportó que para buscar una cita en el Cisame de Torreón, una persona que requiriera algún servicio de atención médica psiquiátrica y/o atención psicológica, podía esperar hasta cinco meses.

Asimismo, aunque el centro cuenta con un cuadro básico de medicamento, según Fernando Sánchez, actualmente presentan desabasto, y es que, según calculó, el área de psicología atiende entre cuatro a seis personas por día y en psiquiatría, a diario, llegan al menos de 10 a 14 pacientes. Al año arriban aproximadamente mil 200 personas que en su mayoría, según el coordinador, acuden por temas de ansiedad y depresión.

Aparte de ofrecer citas prolongadas y contar con poco medicamento, Cisame también carece de personal médico enfocado en salud mental, debido a que sólo es atendido por un psicólogo y por el mismo Fernando Sánchez, que aparte de coordinador funge como psiquiatra del centro.

Al respecto, el Instituto Municipal de Planeación y Competitividad (IMPLAN) publicó una investigación en la que se lee que en Torreón, al 2021 había mil 484 médicos laborando en el sector público, de los cuales, sólo cinco eran psiquiatras, representando un 0.34 por ciento.

Según el IMPLAN, por cada 100 mil torreonenses existen: 205.86 médicos, 5.27 psicológicos y 0.69 psiquiatras. Y uno de estos últimos, en el 2010, fue el que diagnosticó a Pedro con TOC, que por un tiempo fue atendido en Cisame, pero que luego de que se convirtió en derechohabiente, fue enviado a su clínica correspondiente.

Pedro pasó momentos complejos, hasta que un día del 2021 tuvo un episodio psicótico, es decir, una ruptura temporal de la realidad que se caracteriza por la aparición de alucinaciones y delirios. Por esa razón fue llevado a un nuevo psiquiatra, profesional que con estudios nuevos reveló que Pedro no, no tenía Trastorno Obsesivo-Compulsivo, sino bipolaridad.

MAL DIAGNÓSTICO

Los padres de Pedro resolvieron llevarlo al Centro Integral de Salud Mental (Cisame) en Torreón, lugar que, cabe mencionar sólo ofrece   consultas. (DANIELA CERVANTES)
Los padres de Pedro resolvieron llevarlo al Centro Integral de Salud Mental (Cisame) en Torreón, lugar que, cabe mencionar sólo ofrece consultas. (DANIELA CERVANTES)

Irene, mamá de Pedro, quien también solicitó cambiar su nombre, charló con este diario, para reafirmar que su hijo fue mal diagnosticado en Cisame en el 2010.

Relató que en apariencia estaba bien: Pedro recibía medicamento para controlar su TOC y todo marchaba, dijo, “con total normalidad”.

Cuando Pedro se volvió derechohabiente, narra su madre: “El psiquiatra del Seguro Social aceptó su diagnóstico (el que le realizaron en Cisame) y no le importó llevarlo con otro psicólogo para rectificar, porque dijo ‘es lo mismo, te vamos a seguir dando el mismo medicamento’. Así pasaron los años, hasta que en la pandemia empezó a tener otro problema. Tenía actitudes más erráticas, más fuera de lo común. En el 2021 tuvo una crisis psicótica y lo tuvimos que llevar con otro psiquiatra quien primero nos dijo que tenía esquizofrenia, y luego que siempre sí era TOC, al final nos dio otro diagnóstico, el definitivo: bipolaridad”.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, el trastorno bipolar es una enfermedad mental que se caracteriza por cambios extremos en el estado de ánimo, la energía y la capacidad de funcionamiento de una persona. Se caracteriza por la alternancia de episodios maníacos y depresivos, separados por períodos de estado de ánimo normal.

“Pero….en la entrevista Pedro no me dijo que era bipolar”, le confieso a su mamá.

“¿No? Bueno ... es que a él aún le cuesta trabajo aceptarlo...”

Hasta aquí podemos escribir que padecer un trastorno mental en un contexto carente de falta de apoyo desde la salud pública es una experiencia que va más allá del sufrimiento individual. Las personas como Pedro que enfrentan estas condiciones sin acceso a servicios adecuados, malos diagnósticos, y largas esperas para ser atendidos por un profesional de la salud mental, son víctimas de un sistema que, resulta evidente, no prioriza su bienestar, lo que podría incrementar su vulnerabilidad y perpetuar su exclusión. 

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