Recuerdas, Terry mío, cuando eras perro joven y perseguías a las mariposas que en bandadas pasaban por el rancho en su peregrinación anual? Corrías tras ellas hasta cansarte, y las mirabas luego irse por los hilos, del aire, maravilla que te asombraba siempre. Nosotros sonreíamos al ver tu desencanto, y contemplábamos luego aquel prodigio que cada año se repetía.
Nos parecemos, Terry. Yo también me he pasado la vida persiguiendo ilusiones volanderas. Nunca las alcanzaba; se desvanecían siempre. Después llegaban otras. Volvía a perseguirlas, y otra vez se iban de mí.
Hay un extraño gozo, Terry, en evocar esos anhelos nunca realizados. No sé si tú recuerdas aquellas mariposas tras de las cuales ibas. Yo no olvido las ilusiones del tiempo que se fue. Cuando vienen a mí en el sueño de la noche o en los sueños del día siento una vaga tristeza que no duele, sino antes bien consuela en medio de la soledad.
Recuerda tus mariposas, Terry. Yo recordaré las mías.
¡Hasta mañana!...