Marcó una época, y sin duda, la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, fue histórica. Hay un antes y un después. Sobre todo, si lo comparamos con el largo periodo que va desde Miguel de la Madrid hasta el año 2018, en que llegó al poder bajo un amplísimo consenso popular. Ya en la presidencia rompió moldes y cánones del modelo neoliberal. El eje de su gobierno fueron los pobres, y en consecuencia destinó amplias políticas a ese sector olvidado de la vida nacional. Durante décadas se privilegió a los sectores más altos en detrimento de la base trabajadora. Su política acrecentó el salario mínimo en relación a la inflación. Es decir, de manera práctica, aplicó incrementos a los trabajadores. Para muchos fue el cambio, no como discurso; sí como política concreta. Hay quienes atribuyen ese éxito a la narrativa, pero la historia reciente está llena de narrativas sin contenido. Por el contrario, su gobierno procuró que la narrativa fuera consecuencia de la política material, con pesos y centavos, no sólo buenas intenciones expresadas en los medios de comunicación.
De la misma manera, tuvo el mérito de replantear los programas sociales como programas universales y sin intermediarios, para que el beneficio fuera directo a los ciudadanos. De esa manera, uno de los programas estrella, es la pensión a los adultos mayores con rango constitucional. En el mismo sentido, benefició de manera directa a los jóvenes con becas, no de manera discrecional, sino general, como la beca Benito Juárez.
Con gran experiencia política, hizo de sus acciones, un acto simbólico, en atención a los pobres, los símbolos patrios, y hasta sus acérrimos críticos en lo que se llamó vagamente "la oposición". La mañanera fue su palestra diaria, donde constantemente hizo campaña de contraste entre las políticas de la Cuarta Transformación y el periodo neoliberal. Otra vez los símbolos: la Independencia, la Reforma, la Revolución y el Movimiento de Regeneración Nacional. Sólo el tiempo lo dirá.
En una época de vacíos y ausencia de ideología, dignificó el sentido del Estado y la política nacional, pero también enunció una y otra vez una serie de principios en torno a la vida nacional. Sus referencias fueron constantes a Juárez, Cárdenas y Madero. Las diferencias con los gobiernos anteriores fueron claras. Salinas salió por la puerta trasera con el repudio unánime de los ciudadanos. Se exilió a Irlanda. Zedillo, después de hipotecar el presupuesto público y rematar los bienes nacionales, ahora pontifica desde los Estados Unidos. Fox tuvo la oportunidad de oro para cambiar las cosas, pero fue frívolo y dilapidó el bono democrático. Calderón, que llegó tras una elección dudosa, por decir lo menos, con 0.5% de diferencia, nos legó una barda perimetral, la violencia y la guerra contra el narco. 18 años después seguimos en la misma inercia sin fin. Y sin duda, la seguridad, es uno de los grandes pendientes de la presidencia que acaba de concluir. En efecto, fue un gobierno de más claros que oscuros. Al final, supo inclinar la balanza para tener más aciertos que desaciertos. Ningún gobierno es perfecto, pero destacaron más los logros que los errores, que también los hubo. A lo largo del sexenio mantuvo la popularidad y el cariño de la gente, e incluso se va con porcentajes de aprobación que superan el 70 por ciento. Pese a las calumnias sistemáticas de sus malquerientes, mantuvo de manera amplia, la confianza de la gente. Más aún, a lo largo de su sexenio se consolidó como el líder social más importante de los últimos 50 años en México.
Dejó obras emblemáticas para las próximas décadas. La refinería y el retorno del Estado en el sector energético. Los programas sociales de transferencia directa, que, en conjunto con acciones para fortalecer el salario mínimo, logran una reducción general de la pobreza en un rango de casi 5 millones de mexicanos. Construyó dos aeropuertos (Felipe Ángeles y Tulum) y dejó el camino para la reactivación de los ferrocarriles nacionales, incluyendo el monumental tren maya y el Transístmico. ¿Mucho o poco? Los dos gobiernos inmediatos, dejaron una barda y el trazo de un aeropuerto. No es casualidad que ambos viven en el exilio en España.
Las elecciones se disputan entre dos terrenos, el cambio y la continuidad. Casi 36 millones de mexicanos avalaron la continuidad en los comicios presidenciales de 2024. Por primera vez, después de 200 años, bajo el signo de la esperanza, llega una mujer a la presidencia, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo. A partir de hoy, primero de octubre, el presente y futuro de México, está en sus manos.
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