I AM: CÉLINE DION.
Un documental es la rendija que en ocasiones se abre para dar paso a que la mirada sea testigo de lo que es la realidad.
En muchas ocasiones muestra la crudeza de estar frente a algo que rebasa la condición del ser humano, ya que todo puede salirse de control, porque no hay un guion prefabricado para mostrar eso que a nuestros ojos puede estar desapercibido.
Es una forma de contar una historia sin tapujos, tratando no de ser condescendiente (aunque también hay documentales que están hechos por encargo y solo tratan de alabar a la persona o la situación que se está mostrando) sino dar una visión de lo difícil que es ser esta persona.
La cantante francocanadiense Céline Dion ha sido noticia en los últimos días gracias a su presentación en la ceremonia de inauguración de los XXXIII Juegos Olímpicos París 2024. Ella cerró un evento ansiado por millones de personas alrededor del mundo, que siempre da una muestra de la diversidad de la cultura y la historia del país anfitrión.
Posiblemente, el concepto y la realización tuvieron buenos momentos, pero para algunas audiencias, hubo representaciones que se excedieron o bien no se entendieron. Pero más allá de la polémica, el encendido del pebetero tiene que permanecer en la mente colectiva. Y así fue, no solo por el último relevo, donde medallistas franceses de todos los tiempos y condiciones llevaron el fuego olímpico a su meta (un globo aerostático que nos recuerda que para el ser humano no hay límite que le impida superarse a sí mismo). Por ello, ¿qué mejor que Céline Dion para darnos no solo uno de los momentos más sublimes de este nuevo milenio, sino un regalo para la humanidad? Cantar “Hymne a L’Amour” de Edith Piaf sobre la Torre Eiffel.
Su voz inundó todo París y el mundo, demostrando algo que en su documental I Am: Céline Dion (de la documentalista Irene Taylor) había prometido “nunca rendirse”. Y es que hace unos meses se podía ver imagen de la cantante en silla de ruedas, con una condición de salud que podría parecer que ya no regresaría a los escenarios, ya que padece el síndrome de la persona rígida.
Pero para ella, el contacto con el público en un escenario se ha convertido en su vida y por ende es algo a lo que no puede renunciar a la primera. Este documental quiere llevarnos a la intimidad de Céline, en donde podemos ver a la artista, la madre, la profesional, la mujer que está en esos zapatos, tratando de entender que su trayectoria ha sido compartir con todo el público su talento, su voz y por ende todo lo que ella es, a pesar del precio que hay que pagar.
Es cierto, para muchos, este documental producido por MGM y Amazon, pudiera ser una alabanza a la artista para condolernos de su situación, pero es la misma cantante la que nos ayuda a entender que esa Céline Dion es un personaje que se ha creado en la industria del entretenimiento, pero sin ese glamour, sin la potencia de su voz, sin la salud, ¿qué es lo que queda?, cuestionando que la realidad puede desarmar al mito más venerado para dejarlo en carne y huesos.
Este ejercicio cinematográfico está bien realizado, no solo por la narrativa secuenciada de la vida de la protagonista, sino porque trata de reconocer que esta persona sufre una enfermedad que va no solo contra su salud, sino contra su propia forma de ser. Es por ello que se vuelve una disyuntiva latente, seguir forzando la máquina de su cuerpo hasta que diga “ya no más” o decir adiós sin más, porque la voz se volvió en una carga suprema.
Por ello, descubrir que quien cantaba esa noche sobre la Torre Eiffel hacia todo el mundo era Céline, no hizo más que hacernos ver que los límites se pueden romper cuando la voluntad y el amor son tan fuertes, que la entrega es la única divisa en la que podemos dar a cada instante. Si tiene oportunidad de ver el documental en Prime Video, al término de este busque en YouTube la presentación del “Hymne a L’Amour”, para que dimensione lo que es morir en la raya, por una pasión, por una vocación, por un compromiso. Eso nos ayudaría también a decirnos a nosotros mismos Yo Soy