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¿Realmente se está construyendo un futuro mejor?

ROGELIO MONTEMAYOR SEGUY

Recientemente escuche al responsable del programa ¨Jóvenes construyendo el futuro¨ mencionar que en los últimos seis años se había atendido a más de tres millones de jóvenes entre 18 y 29 años de edad con dicho programa y que para ello se habían usado, no recuerdo la cifra exacta, un monto superior a los mil millones pesos. Son muchos jóvenes los atendidos por tal programa, en promedio 500 mil por año.

¿Mas, cuál fue el beneficio social de dicho esfuerzo presupuestal? No lo sabemos con certeza, pues dicho funcionario no aportó en su informe mañanero algún dato que nos permita valorar los beneficios para el futuro que supuestamente se desea construir con dicho programa.

No mencionó en esa ocasión a cuantos de esos jóvenes se les había capacitado y que competencias laborales habían adquirido; tampoco aportó información de cuantos jóvenes que terminan el programa lograron su inclusión en el mercado de trabajo, es decir indicadores que muestren qué hicieron esos jóvenes al terminar su estadía en el programa, cuántos de ellos se pudieron integrar a algún trabajo formal o cuántos hubieran emprendido algún tipo de negocio propio, acciones que les permitirían construir un mejor futuro.

Es un hecho que nuestro sistema educativo, por muchos años y los últimos seis no fueron diferentes, ha sido incapaz de atender a todos los jóvenes en edad de atender algún ciclo escolar. Al contrario, por diversas razones, muchos jóvenes abandonan la escuela en los distintos niveles. También es un hecho qué el sistema económico de México no ha logrado generar una oportunidad de empleo digno a muchos jóvenes del casi millón de ellos, que cada año llegan a la edad de buscarlo. Y esto es particularmente cierto en los últimos seis años, donde en promedio la economía creció solo 0.8 % en promedio cada año y solo genero poco más de dos millones de empleos en los seis años, contra cerca de seis millones que se requerían. Sin duda también, es válido que el gobierno se preocupe por buscar soluciones para dar una oportunidad a esos miles de jóvenes que no estudian ni trabajan, pues los riesgos que deben enfrentar dichos jóvenes y la sociedad en su conjunto son enormes y por tanto es de aplaudir que ponga en marcha programas para brindar a dichos jóvenes una oportunidad de capacitarse y desempeñar un trabajo y que use para tal fin los recursos que aportamos todos los mexicanos que pagamos impuestos.

Lo que no se vale, es que luego de seis años el go- bierno no pueda dar evidencia de si ese programa real- mente funciona, si se está cumpliendo o no con el ob- jetivo que los justifica. Y la medida de su éxito no pue- de ser el número de jóvenes que ingresan al programa.

El fin último de programas que buscan solución a la existencia de miles de jóvenes que no estudian ni tra- bajan, no puede ser que cada año haya más jóvenes en dichos programas; si eso sucede, quiere decir que ni el sistema educativo ni el económico están mejorando su desempeño; que uno, el educativo, no está mejorando la cobertura escolar en los distintos niveles, ni logra reducir la deserción escolar; que el otro, el económico, tampoco logra generar los empleos necesarios para dar oportunidades a los casi un millón de jóvenes que anualmente ingresan a la fuerza de trabajo.

El éxito de dicho programa será la medida en que esos jóvenes se capacitaron e integraron al mercado laboral, y para saberlo se requieren indicadores que muestren su avance durante su estadía en dicho programa, por ejemplo, qué competencias laborales adquirieron o qué porcentajes de jóvenes lograron su reinserción laboral o educativa.

No hay duda, ese programa mejora el ingreso de las familias de los jóvenes participantes. Eso es positivo.

Mas si no se logra la reinserción laboral de dichos jóvenes, dicha mejora será efímera, terminará cuando ese joven finalice su participación en dicho programa.

Lograr un mayor crecimiento económico que verdaderamente sea incluyente, requiere reinsertar a esos jóvenes a oportunidades laborales, y tal propósito no lo lograremos, sin una evaluación permanente de dichos programas, y ello requiere medir, no solo indicadores como los que mencionó el funcionario al que aludí antes, sino indicadores que muestren el grado de cumplimiento de los objetivos del programa, que son lograr la reinserción laboral y educativa de jóvenes que ni estudian ni trabajan.

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Escrito en: columnas editoriales

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