Una pareja literaria
En la columna anterior abordamos el montaje de Panorama desde el puente, de Arthur Miller, que toca el tema siempre vigente de la migración en busca del sueño americano. Los personajes del drama milleriano son inmigrantes que trabajan en los muelles neoyorkinos descargando barcos. Viene bien seguir sobre el tema y reseñar una mis lecturas favoritas para el año pasado: Los Bowles, lecturas y aproximaciones a la vida y obra de Jane y Paul, antología coordinada por Julián Herbert y Sylvia Georgina Estrada, publicada por la editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en coedición con El Cerdo de Babel.
Con 313 páginas de extensión, el libro contiene una decena de ensayos y trece reseñas en torno a la obra de los Bowles. Además presenta un grupo de cartas inéditas que Paul Bowles le envió al mexicano Marcelino Francisco Vela Cabrera. La historia de esa correspondencia nos llega en este libro, de puño y letra de su protagonista, y para no revelar demasiado diremos apenas lo siguiente: con la participación de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, surgió en aquel país una necesidad de mano de obra que se resolvió creando un acuerdo con México para contratar empleados temporales. A este se le llamó Programa Bracero y permitió que más de cuatro millones de connacionales trabajaran de forma legal en el país del norte. En 1944, uno de esos visitantes era Francisco Vela Cabrera, quien laboraba descargando vagones de ferrocarril en el Condado de Hudson, en Nueva Jersey. Vela y sus compañeros trabajaban quince días seguidos por tres de descanso. En una de esas pausas, un pequeño grupo de trabajadores resolvió recorrer la ciudad de Nueva York. En el paseo se toparon con un hombre vestido de traje gris, camisa blanca y pelo platinado… era Paul Bowles. ¿Cómo es que llegaron a trabar amistad? Dejaré que se enteren leyendo el libro. Baste decir que el intercambio epistolar entre ambos se extendió por más de cuarenta años.
Pero el valor de este libro va mucho más allá: otro entre sus muchos aciertos radica en que pone de manifiesto el carácter polisémico de la literatura. En el prólogo, Julián Herbert señala que “tanto los ensayos como las reseñas fueron escritos en un clima más interesado en la diversidad que en la complacencia”. En efecto, hay polifonía: coincidencias, diferencias —en ocasiones abiertos desacuerdos— entre los distintos autores que formaron parte de este proyecto auspiciado por el Seminario Amparán. Y sin embargo, como el mismo Herbert sostiene, el libro “es un testimonio de camaradería entre lectores de distintos géneros, extracciones y generaciones”.
Entre los textos que más disfruté está el de Héctor Iván González, quien además de abordar las dificultades que implica lograr un acercamiento genuino entre personas de culturas distintas, desmenuza con pericia los procedimientos con los que Paul lograba que sus textos cobraran verosimilitud, como cuando describe la huida de dos serpientes. Sylvia Georgina Estrada traza un magnífico perfil de Jane, quien no era una lectora voraz ni estaba especialmente interesada en la técnica, pero en contraparte tenía una percepción de lo humano delicada y profunda, siempre en busca de una escritura auténtica. Natalia Flores parte de la obra de Jane para reflexionar en torno a la obsesión contemporánea con la felicidad. Y leyendo a Juan Iván González uno aprende, entre muchas otras cosas, que la canción “Tea in the Sahara” de The Police está basada en El cielo protector. Magnífico también el texto de Christian García sobre Desafío a la identidad, volumen de crónicas viajeras de Paul. “El tema de los mejores libros de viajes es el conflicto entre el escritor y el lugar”, escribe García, y da en el clavo.
Así, Los Bowles es una auténtica tertulia literaria que tiene a Jane y Paul en el centro, pero que además tiende puentes a la obra de Carson McCullers, William Faulkner, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Ricardo Piglia y Jesús Ramírez Bermúdez.