En el pasado, los mapas se dibujaban. Si bien seguramente tenían una aproximación bastante cercana a la realidad, había zonas inexploradas, lugares a los que el hombre no había llegado aún. Eran lugares inciertos, tenían un signo de interrogación, porque nadie podía dar testimonio de lo que había. La superstición cubría como un velo a la falta de información veraz. Como una forma de advertir a los viajeros audaces que se aventuraran por esos sitios, se colocaba en el mapa una frase: Hic sunt dracones. Claramente se trataba de una advertencia, quizá una manera de significar el misterio que representaba lo desconocido.
En el Theatrum Orbis Terrarum, El teatro del mundo de 1570, considerado el primer atlas moderno, aparecen varias criaturas dibujadas. Al igual que en el Globo de Lenox, uno de los globos terráqueos más antiguos, estaba escrito: HC SVNT DRACONES, en lo que hoy es el sur de la India.
Los cartógrafos tal vez ignoraban que construían un mito con estas palabras. No sólo un mito sino también un sinnúmero de leyendas que se acrecentarían con los testimonios de los viajeros, antes y sobre todo, luego de sus viajes a esos territorios. Lo cierto es que la humanidad ha dibujado con su imaginación frondosa muchos dragones y fantasmas allí donde no tenía certeza.
¿Habrá sido un mecanismo de defensa? Quién sabe. En nuestras propias fronteras, allí donde aún no nos hemos aventurado, probablemente hay mucho que aprender, los dragones sólo viven en la mente.
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