
Enrique Alfaro Llarena explora el mundo de Cortázar en curso del IMCE
¿Por qué leer a Cortázar? La pregunta le provoca pensamientos en el vestíbulo de un hotel de Torreón, como si las ideas dieran saltos sobre una rayuela. Un día después del 111 aniversario del natalicio cortazariano, el maestro Enrique Alfaro Llarena (Ciudad de México, 1961) considera que el escritor argentino todavía tiene mucho que darle a los jóvenes, pues se trata de un autor que promueve el sentido de la búsqueda.
“Y si los jóvenes lo leen, hay que poner atención y pensar qué están buscando. Probablemente, es un autor todavía metafísico que nos invita a seguir buscando, y yo creo que esa es una lección muy importante que nos trae 41 años después de muerto”.
En este tenor, los días jueves 28 y viernes 29, en punto de las 16:00 horas, y sábado 30 de agosto, a partir de las 10:00 horas, Enrique Alfaro Llarena impartirá un taller gratuito sobre la obra de Julio Cortázar en la sede del Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE), ubicada en la esquina de calzada Colón y avenida Juárez. El curso es convocado por la citada instancia municipal.
“El curso es un repaso, una mirada general a Cortázar, sobre todo para encontrar las claves de Rayuela; hay una serie de elementos para hablar del efecto Rayuela. Y vamos a comentar cuentos. Vamos a descifrar, a analizar (a ver cómo nos da el tiempo) tres o cuatro cuentos de él. Tengo pensado trabajar... he hecho los apuntes de Casa tomada, Carta a una señorita en París; dos cuentos que de alguna manera tienen tema mexicano: La noche boca arriba y el Axolotil”.
Una escena atrapa su mirada al consultarle sobre su acercamiento a la obra cortazariana. Estudiaba la preparatoria. Transitaba en los pasillos de la escuela con un ejemplar de Rayuela pegado a su pecho. Vio a uno de sus compañeros, el hoy dramaturgo y director de teatro David Holguín, quien llevaba una edición del mismo libro en la misma posición. Los jóvenes se encontraron de frente y rieron con complicidad; sabían que ambos visitaban un mundo mágico a través de la narración ofrecida por Cortázar.
“Siento que, a los 18 años, Cortázar irrumpió en mi vida de una manera total. Lo leí apasionadamente durante muchos años de mi juventud. Y luego tuve que dejar de leerlo mucho tiempo, pero no de una manera consciente, sino que simplemente me adentré en otras literaturas y otras cosas. Y con los años volví a él. Entonces, Cortázar es una lectura constante y recurrente, sobre todo después de su muerte aparecieron algunos libros inéditos, se publicaron cosas que no habían aparecido antes: Diario de Andrés Fava, El divertimento y ahora se publica la poesía completa; es decir, vuelven a aparecer algunos libros de él, lo cual obliga a darle una mirada”.
Alfaro Llarena hojea un ejemplar de Rayuela, busca el capítulo número 32. Da con él luego de unos segundos. Se trata de la conmovedora carta de La Maga al bebé Rocamadour, su hijo, quien ha muerto. También se refiere a otro, al 42, mismo que considera como el capítulo central y nodal de la novela.
“El de los tablones, donde, por un lado, Horacio Oliveira y del otro lado Traveler, ponen un tablón para que pase Talita, para darle unos clavos y un poco de mate al otro. Es un capítulo clave, porque el tablón es un puente que une dos formas de vida; el lado de acá, el lado de allá, Buenos Aires y Europa, de alguna manera. Traveler es Buenos Aires, no ha salido de allí. Horacio viene de París. Además, es el primer capítulo que escribió Cortázar. Es un capítulo central para entender los alcances, la poética, las emociones y lo que pretendía hacer Cortázar con esta novela-antinovela”.
Julio Cortázar falleció el 12 de febrero de 1984, a los 69 años, tras una vida de cronopios y de famas. Fue sepultado en París. En su memoria quizá valdría la pena rescatar el verso final perteneciente al poema que el argentino dedicó a Edgar Allan Poe: “Ha muerto, el genio vive y vivirá por siempre, / Y no se extinguirá ya, ¡nunca más”.