María Luisa Dehesa. Foto: Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo
Era 1933 y, casi todas las mañanas, María Luisa salía del cuarto de azotea que rentaba en Coyoacán para tomar el tranvía hacia el centro de Ciudad de México, donde el Zócalo la recibía con la indiferencia que caracteriza a las grandes urbes cuando inicia el día. Era una joven foránea enfrentándose al tumulto de una de las grandes capitales del planeta. Es probable que extrañara a su natal Xalapa, allá en Veracruz, donde vivía en una casona que daba hacia una gran extensión de campo mientras su familia la trataba como un hombre, es decir, como un ser humano con el potencial de desarrollar un buen número de habilidades y tener una participación en el mundo más allá de la vida doméstica.
Su padre, Ramón Dehesa, que había deseado tener hijos varones pero a quien el destino le dio cinco hijas, determinó que María Luisa, por ser la mayor, sería el “hombre de la casa” cuando él no estuviera, así que la enseñó a usar el revólver, montar a caballo, ordeñar, etcétera. Pero eso no parecía tener ninguna importancia en la sociedad, donde simplemente era vista como una mujer, es decir, como una persona sin otra capacidad que la de mantener una casa limpia, engendrar la progenie que quisiera tener su esposo y alimentar a la familia. Aun así, la joven de 21 años se encaminaba con entereza desde el Zócalo hasta la Real Academia de San Carlos —de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)— para continuar sus estudios de arquitectura. Su madre, María Luisa Gómez Farías, la había motivado a seguir esa carrera, ya que desde muy chica había mostrado aptitudes para las matemáticas y para las artes, particularmente el dibujo.
Al llegar al aula se sentaba junto con sus otras tres compañeras, las únicas estudiantes femeninas en una generación de 113 alumnos. Todas ellas, cabe mencionar, eran tratadas por los profesores como si no estuvieran ahí; al momento de las participaciones nunca las dejaban hablar. Un día, la veracruzana cuestionó a uno de los maestros por qué nunca la tomaba en cuenta cuando discutían los temas de la clase. “A usted sólo le puedo preguntar cómo se hace una sopa de fideos”, le respondió el hombre.
Sin embargo, María Luisa no se dejó amedrentar, y se convirtió en la primera arquitecta titulada de Latinoamérica.
EL PROYECTO QUE REVELÓ SU TALENTO
María Luisa Dehesa se graduó con honores y recibió una medalla de oro “queriendo distinguir a la primera mujer mexicana que por su constante y ejemplar aplicación y aprovechamiento, ha dado como alumna, lustre a la Escuela Nacional de Arquitectura”.
Su proyecto de tesis, titulado Cuartel de Artillería tipo, que consistía en 17 planos y una memoria descriptiva, le valió la aprobación unánime para su titulación y una mención honorífica. Se trataba de un programa arquitectónico que abarcaba la vida en un cuartel militar, tomando en cuenta el tejido social que se veía impactado por los largos períodos que los militares debían estar fuera de casa para cumplir con su deber.
En ese entonces aún se vivían algunos estragos de la Revolución: se había detectado un alto índice de criminalidad entre los hijos de los soldados, el cual podía estar ligado al abandono en el que quedaban ante la partida de sus padres. Para este problema, Dehesa pensó en una solución innovadora en el país: construir viviendas dentro del cuartel para que las familias pudieran permanecer unidas. De este modo, el espacio dedicado a la defensa nacional dejó de estar enfocado únicamente en las actividades militares, y pasó a convertirse en un espacio que tomaba en cuenta las necesidades de las familias como núcleo social, incluyendo las de los niños y niñas para su adecuado desarrollo.
El que la veracruzana haya elegido un tema eminentemente masculino para su proyecto —antes de ella ninguna mujer había trabajado en terrenos de la Secretería de Defensa Nacional—, revela lo valiosa que puede ser una arquitectura más inclusiva, que en su desarrollo integre perspectivas distintas —como la femenina, la de personas con discapacidad, la de las infancias, etcétera—, para facilitar la trascendencia del mero sentido utilitario de un edificio y extender su alcance hacia el bienestar de una comunidad.
TRAYECTORIA PROFESIONAL
Algunos años después de titularse, María Luisa Dehesa conoció a Ruth Rivera Marín —hija del afamado pintor Diego Rivera y la novelista y modelo Guadalupe Marín—, quien había sido la primera mujer en egresar de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en 1950. Viajaron juntas a Nueva York, cuyos rascacielos auguraban el progreso del siglo XX. La monumentalidad de aquella metrópoli las inspiró para incidir, desde su trinchera, en la transformación urbana de México.
Así, Dehesa Gómez Farías se enfocó en las obras públicas, trabajando durante más de 35 años en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, así como en la Secretaría de Desarrollo Urbano. En ese tiempo dirigió diversos proyectos de vivienda comunitaria, aunque se tiene poca información de cuáles fueron exactamente sus aportaciones debido a que en ese entonces no se solía dar crédito a las mujeres por sus obras. Sin embargo, se sabe que fue jefa de conservación de los multifamiliares Presidente Juárez y Presidente Alemán.
También fue docente en varias instituciones e ingresó a la Unión Internacional de Mujeres Arquitectas de París. Además, fundó la Federación Mexicana de Universitarias, organización académica que impulsa la educación como herramienta para el empoderamiento de niñas y mujeres, considerando esto como un elemento vital para el desarrollo de los pueblos.
Por su trayectoria, en que dedicó sus conocimientos arquitectónicos y su sensibilidad social al servicio público, María Luisa Dehesa recibió numerosos reconocimientos, como el Cali de Plata por parte del Colegio de Arquitectos o el Premio Ruth Rivera por el Colegio Nacional de Mujeres Arquitectas e Ingenieras. Hoy, el Colegio de Arquitectos de Xalapa otorga un galardón anual que lleva su nombre.
Además, en 2022, una de las galerías de la Facultad de Arquitectura de la UNAM fue llamada María Luisa Dehesa Gómez Farías. La primera exposición en inaugurarse con ese nuevo nombre fue la muestra fotográfica ¡Juntas! Manifestaciones feministas y la apropiación del espacio público, que registra el movimiento estudiantil feminista dentro de la universidad.
De estas y otras formas finalmente se ha reconocido a la mujer a quien algún día le dijeron que solo podía “hacer sopa de fideos”, pero que introdujo nuevas visiones arquitectónicas en la obra pública del México moderno.